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sábado, mayo 4, 2024

El destino está sobrevalorado

Por Karina Roncal Alva

No creo en el destino. Ya dejé de comerme ese cuento de que el día menos pensado conoceré a ese ser humano (guapo y heterosexual) que las leyes cósmicas han reservado especialmente para mi solita.
Es decir, un día en el que viaje, mi vuelo tenga un inconveniente por un tornado y el avión tenga que hacer un aterrizaje forzoso en Las Maldivas y ojo, lo mismo le pase a otro vuelo y tenía como destino final el de “los dos”. Así que ahí nos encontramos, en la versión maldiva de Starbucks matando el tiempo. Él es un chico que –no puede ser de otra manera- no deja de mirarme, se acerca a mí cuando al fin le devuelvo una sonrisa. Yo me doy cuenta de que jamás he oído una voz y más aún, una risa tan parecida a la de Mark Ruffalo pero claro, en el cuerpo de Johnny Depp, los modales de Mr. Darcy y el humor tierno de Adam Sandler en “50 first dates”.
Ojo con el detalle, el más importante y que en ningún caso debe pasar desapercibido: él, como se llame (bueno, si tiene un nombre bonito, mejor), ya vivió lo que tenía que vivir, ya se enamoró de las mujeres equivocadas, ya lo supero, ya tiene una vida completa y feliz y lo único que añora es, por supuesto, alguien a quien amar por siempre, con quien tener un futuro feliz con boda en el jardín y un par de chibolos guapísimos corriendo con la misma cinematográfica sonrisa de su padre.
Y bueno, como estamos en Las Maldivas y nos acabamos de enamorar, perdemos nuestros respectivos vuelos y nos quedamos unos días más para conocernos. Les voy a mandar una postal electrónica desde Detroit por nuestras bodas de plata. Por nuestra edad (yo, veinte cuatro, y el hombre que el universo había guardado para mí, unos perfectos veinte seis), a las bodas de oro llegaríamos dentro de unas lindas urnas gemelas y nuestros hijos irían a esparcirnos sobre el Océano Índico en el que el destino hizo magia y nos unió por siempre.
NO PUESSSS!!!! …. La vida no es “Los Puentes de Madison”. Mal ejemplo, ahí claro que llega el destino, pero una de las almas gemelas estaba casada con un granjero limpio y aburrido. Después de todo, ¿quién le iba a hacer la competencia a Robert –Eastwood –Kincaid?
Según los que aún creemos en el amor o en su defecto en el cuento de Cenicienta, solo basta que esa persona con la que supuestamente viviremos “felices para siempre” haga su aparición en nuestras vidas y listo el pollo. Nos podemos sentar en un sillón bien cómodo, tomar té con galletas y esperar que todo en nuestro panorama sea felicidad. Bueno, noticias desde el bando de las personas enamoradas: la cosa no es así.
No es el destino, ni las estrellas, ni nuestra propia suerte, ni San Antonio, ni las líneas de la palma de nuestras manos los que nos traen mágicamente a alguien. Eso no existe. Muchas personas pueden estar a nuestro alrededor, otras van y vienen. Eso no asegura el amor, menos una relación.
“Esperar el amor”, es igual de ilógico que comprar un billete de lotería, dejar de trabajar y sentarse en un banco a esperar que su número salga premiado. Sin embargo, no las culpo, darles la contra seria como quitarles a ellas mismas una fantasía con la que cuentan para no desesperar, en la que viven o la que esperan. Nunca he comprado un ticket de lotería y no voy a hacer lo mismo con el amor. No porque crea que este segundo no existe, sino porque lo que no creo es que exista un ser supremo llamado destino que maneje los hilos de nuestra vida, incluidos anhelos y deseos.
Cuando se trata de amor, prefiero creer en las coincidencias, esas pueden funcionar o no, pero ya es cuestión nuestra. Nuestra voluntad es vital. Y el crédito o las consecuencias que tengamos que sufrir, solo nos las podemos atribuir a nosotros mismos.
Es el destino, es la vida mismo, es la coincidencia de encontrarte con alguien que comparta tus mismos ideales y quiera compartir tu vida contigo, claro está, sin infidelidad, ni nada por el estilo. Todo lo contrario sucede en mi contexto social, una teoría comprobada, los hombres son de 3 tipos:
1. Comprometidos (acá entra el que tiene enamorada, novia o esposa, o sea la firme).
2. Gay
3. Pendejo
No hay más nada, esa teoría me ha vuelto más incrédula en lo que respecta a conocer a alguien, enamorarme o simplemente pensar en poder “tener algo”. La selva es muy diversa y hermosa, pero en esa diversidad los hombres han hecho su negocio, no les basta 1, sino que quieren con todas, al estilo picaflor. Pica nomás papito, que tu trompita se puede romper de picar tanto.
Así que Sr. Destino, pase de largo nomás, acá no tiene morada.
Sé que para algunos puedo sonar malhumorada o renegona, sólo escribo sobre lo que en realidad creo. No busco alguien que complete mi vida, sino alguien que quiera compartirla conmigo. Gracias por la paciencia.
Y si no hay con quien compartirla…Bye bye me voy para Francia…..

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