Loquito “Te vamos a seguir mirando en las calles de tu viejo barrio Zaragoza, vas a estar presente en la fresca brisa del amanecer en la Punta de San Juan”
Ya eras eterno antes de morir, ya eras infinito antes de irte, ya habías exorcizado todas tus pesadillas, desde ese infinito vas a seguir amando la vida, amando la solidaridad inundando de cariño al niño del barrio, al abuelo al hombre humilde del campo.
José Luis, ahí está, ahí estará, en tus autorretratos, en tus esculturas en tus tatauajes en el canto del y el pájaro de huerta de tu selva, de Moyobamba, tu tierra querida que inspiro tu paso por la vida pintando y moldeado nuestra herencia, dándole vida a nuestros legados inmortalizando personajes, a la hormiga, al modesto leñador que le diste forma desde ese enorme corazón de enorme bondad…
¿Fallecer? No. Loquito, tú ya estabas en las manos de la inmortalidad, décadas anidando en tus pinturas, en tus esculturas, dialogando con tus personajes, arrancando a la oscuridad sus rostros, sacando del abismo sus delirios.
Eres de tus obras, eres de esa escuela que creaste, de esa mezcla desenfrenada que sembraste en cientos de jóvenes que tomaron los pinceles para imitarte, sus manos para moldear tratando de encontrar el secreto de tu lenguaje y lo hiciste con maestría que denunciaba el placer que sentías al recrear y llevar lo más lejos posible esas imágenes, esos estados de enajenación y éxtasis.
Te vamos a seguir mirando en las calles de tu viejo Zaragoza, en la brisa de la Punta de San Juan
La belleza de tu alama no se extingue, no se degenera, la belleza de tu alma vive, porque eres, y serás con tus obras, la leyenda del hombre que vivió y pintó en la orgía extraordinaria de la creación más absoluta: CREAR, PINTAR, RECREAR Y SOLO AMAR Y AMAR.
Por Beto Cabrera Marina.