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martes, mayo 7, 2024

El fantasma de la inflación amenaza: un virus que acecha el mundo

Todos están infectados en mayor o menor grado 

Por: Alejandro Narváez Liceras 

El fuerte aumento de los precios desde la primavera pasada en las distintas economías del mundo, comienza a preocupar cada vez más a gobiernos, instituciones y organismos internacionales. Pese a que los responsables de política monetaria continúan, de momento, calificando dicho aumento como coyuntural, hay más voces y también más datos objetivos para cuestionar los fundamentos de ese diagnóstico. 

En Estados Unidos la inflación subió en octubre hasta el 6.2% en tasa interanual, su peor dato de los últimos 30 años. En Alemania, los precios han subido un 4.5%, en este caso el nivel más alto desde agosto de 1993. En España, la tasa de inflación alcanzó un 5.5%, un valor desconocido desde hace tres décadas. El fenómeno es parecido a otras economías de la Unión Europea. En el otro extremo del planeta, China vive la mayor subida de la historia en sus precios industriales, que se han disparado hasta el 13.5% interanual. Mientras que, en América Latina, con Argentina cuya inflación a octubre marca un 52.5%, Perú 6.13%, Chile 6% y Colombia 4.8%.  

En América Latina, algunos bancos centrales han comenzado a subir sus tasas de interés referenciales, entre ellos, México, Brasil, Chile, Colombia y Perú. 

La combinación del encarecimiento de la energía, la crisis de las materias primas, el atasco mundial de los suministros y la fuerte recuperación de una demanda embalsada desde los inicios de 2020, permiten explicar en parte la actual curva de la inflación. No existen garantías de que esa suerte de tormenta perfecta vaya a desaparecer en poco tiempo. Por el contrario, es posible que el virus de la inflación termine contagiando a todas las economías del mundo, aun con más virulencia. 

Los efectos colaterales de la inflación 

La inflación, supone un lastre para la recuperación en marcha de la economía mundial y sus efectos colaterales son diversos de mantenerse en el tiempo. 

Salarios. El poder de compra de un sueldo de 930 soles mensuales (el actual sueldo mínimo en Perú) no es igual ahora que hace 12 meses. Con el precio de la gasolina y del gas por las nubes debido al alza del petróleo y el precio de los alimentos desbocado, el margen de gasto y ahorro (si lo hubiera) es menor para los que lo perciben. Pero la inflación también está minando la capacidad de compra de familias con ingresos más elevados.  

Uno de los efectos más devastadores del coronavirus fue precisamente el desempleo. Según el último estudio económico de la CEPAL de octubre 2021, la tasa de desempleo en el 2020 alcanzo el 10.5% en América Latina y el Caribe (ALC).  

Consumo. Si las familias destinan cada vez más dinero a la factura de la gasolina, el gas, o hacer la compra de alimentos en el supermercado, las cuentas de ahorro adelgazan, y el poder adquisitivo disminuye, lo cual puede reducir el consumo. 

Competitividad. Una fábrica que consume insumos importados y paga más por la energía que consume es menos rentable, a no ser que traslade a sus productos tales aumentos, y entonces serían otras empresas o los consumidores los que asumirían el costo. La competitividad es feroz y los clientes pueden optar por otras opciones más baratas procedentes de países donde los costos de producción son menores o los impuestos más bajos.  

Política monetaria. Los bancos centrales de todo el mundo están retocando sus objetivos de política monetaria y ahora toleran tasas de inflación superiores al 2%.

Deuda pública. Es de reconocer, no todos los efectos de la inflación son negativos. La inflación favorece más a los deudores que a los acreedores. Y hace que la deuda pública y privada se digiera mejor. Perú es uno de los países menos endeudados de América Latina, con una deuda pública actual de 34.9% del PBI.  

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