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Tarapoto
lunes, abril 29, 2024

Tarapoto y el ser del selvático

Dicen que la mejor manera de identificar a un tarapotino en el aeropuerto Jorge Chávez, en Lima, es si lleva la famosa cajita de donas Dunkin´ Donuts. He hecho el ejercicio en algunos viajes para comprobar las probabilidades de mi aserto y he descubierto que, efectivamente, son realmente altas. En ese sentido, haciendo la comparación, las donas son lo que hace casi veinte años atrás eran la gorrita, el polo Ritzy, y los zapatos toritos o Caterpillar, que era la vestimenta clásica en muchos de nosotros en ese entonces.

Un amigo, bastante curioso, me hizo notar que aquí en Tarapoto durante el friaje que tuvimos hace unos meses las personas se movilizaban en sus motos y/o mototaxis completamente abrigados con casacas, chompas y guantes, pero la parte de abajo, con shorts y sandalias. Podría decirse que solo sentían frío arriba. Esto tendría su explicación.

Esto que les digo es un rasgo común que nos hace distintos a los de otras regiones. Son localismos típicos que terminan expresándose fuera. Esa picardía sana, propio de nuestro ser, que aflora en nuestros estadios es de una belleza y originalidad admirable; tanto que mucha gente va al Carlos Vidaurre o al de Lamas, solo para escuchar las palomilladas del público.

Hace poco, mientras tomada un poderoso caldo de gallina en el mercado del Huayco, empecé un dialogo con un cuñunbuquino quien me contó que vivía en Pucallpa desde hace 25 años y que ya tenía una familia por allá, pero nunca dejaba de venir a Tarapoto. Dijo algo que me quedó grabado: “Allá la pendejada es malintencionada”, porque siempre buscan sacar ventaja. Quizás su experiencia no es un buen ejemplo para generalizar a todo un grupo de personas, como tampoco decir que todos los sanmartinenses son buena gente, pero, generalmente, existe, desde una visión subjetiva, algo que nos lleva a describir al sanmartinense como noble, campechano y sincero en sus afectos y en su actuar. Y al hablar de sanmartinense, no hablo del cucufatón que se refiere a sí mismo como el “poblador natural” y habla del resto como “los otros”. Hace poco estuve en las cascadas de El Progreso y los encargados de cuidar el espacio son personas que han venido de la sierra, pero que humildemente nos instruyen en cuidar nuestra naturaleza. Siempre existe una excepción a la regla.

Para finalizar, cómo no recordar mi época de estudiante, en donde toda una delegación de jóvenes estudiantes agrónomos asistimos a un Congreso Internacional de Suelos en la Universidad Agraria La Molina, y un expositor venezolano finalizó su disertación mostrando fotos de frutas a lo que el público tenía que contestar qué fruta era. En eso llegó a una fruta grande y redonda que parecía una sandía, pero que no era realmente. El auditorio no sabía qué fruta era; el silencio era total. Del fondo se escuchó un grito, indiscutiblemente selvático: “¡Shimbilloooooo!”. Las carcajadas no pararon durante largo rato. (Comunicando Bosque y Cultura).

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