Bajo el marco de una democracia en aprendizaje, dentro de una semana el pueblo sabrá a quién eligió mayoritariamente para su autoridad regional.

Estos procesos electorales son escuelas que se enseñan y se aprenden. Por ejemplo, una lectura clara es que el pueblo detesta el derroche. No mira con buenos ojos y no apoya con su voto al candidato que da muestras del gasto de abundante dinero, porque supone que no es de buena fuente y es una clara inducción a la imaginación de un pésimo gobierno. Los candidatos humildes, sinceros, que se desplazaban en motocarros, en motos lineales, a pie, para visitar a las familias, a los barrios, a los caseríos, son los que ganaron las últimas elecciones. Al contrario, perdieron los candidatos que derrocharon dinero a montones, que se desplazaban en camionetas de lunas polarizadas, no visitaban a las familias, no “sabían caminar”. Otros candidatos decían a boca suelta que “pueden ser autoridades cuando se les pega la bendita gana”, encima despilfarraban dinero por doquier. Estos candidatos simplemente perdieron las elecciones.

Algunos candidatos que perdieron las elecciones pasadas suscribieron compromisos con candidatos a la segunda vuelta, haciendo alusión a la seguridad que tienen de endose de los votos obtenidos para apoyar en esta segunda vuelta. Los votos obtenidos por un candidato no son votos asegurados que pueden endosarse fácilmente a otra elección y a otro candidato. Incluso, los votos obtenidos en una primera vuelta, no necesariamente son votos asegurados para una segunda vuelta de un mismo candidato. Mucho cuidado con las apreciaciones que se dan sobre los votantes. Son ellos los que determinan el triunfo o el fracaso de un candidato. Los votos son iguales, exentos de cualquier tipo de discriminaciones. No es que los votos de los negros valen más que de los amarillos; que los votos de los de estatura baja valen más que los de los grandulones; que los votos de las jovencitas de miniaturas vestiduras valen más que los de las jovencitas que usan faldas largas; que los votos de los modernos jóvenes de aretes y pantalones jeans rotos valen más que los de los jóvenes de vestidos normales. No es así.

Aquí al menos, la igualdad alcanza el máximo valor. Por eso, la población exige a la autoridad que su comportamiento o trato a la gente sea igual que cuando fue candidato.

La campaña es la exposición de propuestas, contenidas en el plan de gobierno, que fue generado en las conversaciones sostenidas con los pobladores, las familias, las ciudades y caseríos. Los planes no deben emanar de cuatro paredes, de burócratas; los planes son sostenibles en la medida que recorre por los pueblos que conforman los distritos, las provincias, los barrios. El mejor planificador es el pueblo. El técnico amalgama la idea del poblador en el marco legal y en el soporte técnico procurando su factibilidad y viabilidad.

Precisamente en la exposición de las propuestas y la absolución de las preguntas, el candidato muestra el nivel de conocimiento de los temas y emite las radiaciones de franqueza y empatía con la comunidad. Sobre esta base, el poblador puede decidir su voto. La pomposidad, el colorido, la bulla, el carrusel de vehículos, las dazas de waripoleras, la excesiva propaganda televisiva, radial, de perifoneo, de volanteo, simplemente cansa, satura al elector. La población no necesita un bailarín, sino un gobernante.

Cada votante ya tomó su propia radiografía política de los candidatos. No hay necesidad que los candidatos salgan a danzar en los estrados, a emitir besos volados a los transeúntes en las calles, a llenar de bulla estridente en los mercados. A esta altura, la dedición está dada. La modestia es el comportamiento que más engrana en el sentimiento y conciencia de los votantes. Ojo, que este comportamiento modesto se mantenga en el periodo del mandato gubernamental. Suerte candidatos.