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domingo, abril 28, 2024

Más alla del amor: La bendita amistad

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Camina, no sabe a dónde, solo camina. Le llegan como punzadas desde adentro los recuerdos de una noche loca, de un sábado negro, y justo esa noche no salió la luna. Es que se supone que los amigos te cuidan, te ayudan ¿no? Un amigo no haría lo que hizo él: llenarte de alcohol para aprovecharse de ti. Pero eso es lo que le pasó, con quien se supone era su amigo. ¿Amigos con derecho? ¿Con derecho a qué? ¿A embotarla de alcohol para dar rienda suelta a sus bajas pasiones? Pues parece que él así lo interpretó. El que con fuego juega pues llega a quemarse.

La amistad, maravilloso vínculo afectivo que comparte la misma raíz que el amor, no puede ni debe ser contaminado de manifestaciones de cariño físicas y verbales que son, y deberían seguir siendo, de uso exclusivo de la relación de parejas. Muchos jóvenes sobre todo juegan con esa relación híbrida amor-amistad, y comienzan una relación que lo ubican en el limbo, entre el amor y la amistad. Una relación no definida que a la larga va a traer más dolor que felicidad, más insatisfacción y tensión que disfrute y bienestar emocional.

Una relación donde se calculan las emociones, donde se cuida de la apariencia y se desarrollan como acuerdos mutuos entendidos y sobreentendidos para seguir sobreviviendo no es en absoluto una relación saludable. Este tipo de relaciones es un caldo de cultivo para que se desarrollen los celos enfermizos, la violencia psicológica que puede devenir en violencia física.

Hay que hablar bien claro en una relación qué es lo se espera de la otra persona en sentidos de relación saludable, qué es aquello que sí pueden hacer y qué es lo que no pueden ni siquiera pensarlo, esto en su momento y presentado el caso de tener que afrontar la encrucijada: o amigo o enamorado, o amiga o novia. ¿Y es que siendo enamorados o novios no pueden ser amigos? Pues claro que sí y deberían serlo siempre, los mejores amigos, una amistad, intimidad de pensamiento, de carácter, de alma que perdurará, si fuera posible, por el resto de la vida.

En una generación donde la televisión, el cine e internet te dicen: dale placer a tu vista, dale placer a tu paladar, dale placer a tu cuerpo compra y más y más compra. En una generación así es difícil y harto incómodo hablar de prudencia, de sobriedad, de cautela, de poner límites a las cosas, a tanto desenfreno y degradación del derecho de la libertad convirtiéndolo en libertinaje.

La amistad, la bendita amistad, debe ser resguardada como un bien inmaterial: un tesoro al que todos podemos tener acceso.

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