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lunes, abril 29, 2024

Grande Tagore

columna

“El oro del atardecer se derrite en el corazón del mar azul. Por la colina, el bosque está bebiéndose la última copa de la luz del día. Allá abajo se ven las chozas de la aldea entre los árboles con sus lámparas encendidas, como madres que velan el sueño de sus hijos. Eres mi esclava naturaleza. Has extendido tu alfombra multicolor en este gran salón donde estoy sentado a solas, como un rey, y observo tu danza con tu collar de estrellas brillándote en el pecho”. Ese texto pertenece a Rabindranata Tagore, el escritor de la India que logra, a través de sus cantos, trasladarnos desde nuestro asiento, a nuevas miradas de lo que nos rodea.
De los escritores que he amado, sin duda, el místico, profeta y mundano Tagore, se lleva los mayores méritos.

“Te estoy mirando la palma de la mano padre. Mira, mi mano es como un pajarito que hace su nido en la tuya. Tu palma es grande como la tierra que lo contiene todo. Estas rayas son los ríos y estas son las colinas”, dice interpretando el amor de una joven mujer por un hombre maduro. Ese contacto con la naturaleza en su obra, hace que los que amamos al bosque nos acerquemos a él irrebatiblemente.

Pero el depositario de ese amor, responde lo siguiente: “Eres para mí como ese cielo azul, eres pero no eres”. Grande Tagore, compañero de viajes.

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