En la naturaleza, existe una hormiga, parecida a la isula (u hormiga bala, de acuerdo a lo que usted considere más correcto), llamada la tamshimama, de la que brota un árbol soga.
Esa hormiga es enorme, de colores aun más brillantes que la isula, que hasta da la impresión de estar frente a un acorazado. Dicen los antiguos que lo que sucede que cuando está ya vieja, como buscando eternizarse, come la semilla del tamshi, que es una soga grandiosa, capaz de soportar las más duras exigencias.
De sus extremidades salen las ramas, cuentan, y se extienden desde allí por todo el bosque; un prodigio.
A la isula, en sí, se le llama por distintos nombres en todo el continente. En Venezuela por ejemplo le dicen 24. Así es, su nombre es un número, que podría significar el tiempo que tarda en pasar el dolor de su picadura o mordida (pues ataca por la boca y por la cola).
Dicen que de todos los insectos que existen, ninguno pica más duro que la hormiga bala, pero eso es desmentido por los conocedores del bosque. Hay unas arañas más efectivas que hacen soltar más de una lágrima a sus ocasionales víctimas. A mí me han mordido y picado en varias ocasiones y la costumbre ha vencido al dolor.