columna

Lo más terrible que puede suceder es lo que está sucediendo. Nos hemos pasado años advirtiendo sobre las consecuencias de nuestras acciones sobre la tierra, en una escala de pulga sobre un enorme labrador, pero lo más triste es que ya está sucediendo.

Nadie prevía que el clima se escapase con tal prontitud a temperaturas tan elevadas. Se prevé de esta manera que el niño de este año va a ser el más fuerte en mucho tiempo y que los eventos dramáticos empezarán a darse. El río Huallaga, se sabe que está un 9% por debajo de sus niveles históricos y ni que hablar del Cumbaza y el Shilcayo, que también están al borde de la desaparición.

Se puede corregir el camino, se puede hacer mayores esfuerzos, claro que sí. Y debemos hacerlo, definitivamente, pues de lo contrario caeremos con todos los que habitan este planeta a un agujero sin salida del que la humanidad en su conjunto no saldrá viva.

Depende de todos los que vivimos en la Amazonía hacer posible que la muerte no gane pues vivimos en el corazón del mundo, en el órgano vital más importante de este planeta agonizante como consecuencia de la actividad de una plaga que ya ha llegado a hacer metástasis en este cuerpo. Aun quedan células buenas entre los humanos. ¡Demostrémoslo con urgencia!