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jueves, mayo 2, 2024

El triste olvido

columna

Cuando los hombres de la recién nombrada América vieron llegara los españoles creyeron que estos habían bajado desde el cielo para atenderlos, no obstante, estos empezaron a abusar de sus mujeres y a maltratar a sus hijos.
Esto es lo que cuenta que sucedió después en La Española, un solo párrafo del libro Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias. Solo un párrafo que descorazona y duele hasta el presente: “De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras: pusieron se en armas, que son harto flacas e de poca ofensión e resistencia y menos defensa (por lo cual todas sus guerras son poco más que acá juegos de cañas e aun de niños); los cristianos con sus caballos y espadas e lanzas comienzan a hacer matanzas e crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos, ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas
que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos.
Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. Otros, daban con ellas en ríos por las espaldas, riendo e burlando, e cayendo en el agua decían: bullís, cuerpo detal; otras criaturas metían a espada con las madres juntamente, e todos cuantos delante desí hallaban. Hacían unas horcas largas, que juntasen casi los pies a la tierra, e de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redemptor e de los doce apóstoles, poniéndoles leña e fuego, los quemaban vivos. Otros, ataban o liaban todo el cuerpo de paja seca pegándoles fuego, así los quemaban. Otros, y todos los que querían tomar a vida, cortábanles ambas manos y dellas llevaban colgando, y decíanles: “Andad con cartas.” Conviene a saber, lleva las nuevas a las gentes que estaban huidas por los montes. Comúnmente mataban a los señores y nobles desta manera: que hacían unas parrillas de varas sobre horquetas y atábanlos en ellas y poníanles por debajo fuego manso, para que poco apoco, dando alaridos en aquellos tormentos, desesperados, se les salían las ánimas”.

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