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viernes, mayo 3, 2024

Criminal político

juego de tronos

“El hombre es un animal político” es una frase de Aristóteles. Significa que el hombre se diferencia de los animales, entre otras cosas, porque vive en sociedades organizadas políticamente, en cuyos asuntos públicos participa en mayor o menor medida, con el objetivo de lograr el bien común: la felicidad de los ciudadanos. La frase aparece en la “Política”, tratado donde Aristóteles establece las bases de la filosofía política del pensamiento occidental y donde aborda algunos aspectos fundamentales de la política, entendida como forma de organización y regulación de la sociedad.

Sin embargo, el hombre es también, según todas las evidencias, “un criminal político”, lo cual dista mucho –está más bien en las antípodas- del sentido de la frase aristotélica. Esta afirmación no es para nada antojadiza y se puede confirmar fácilmente recurriendo a la historia conocida -y no conocida- del ser humano en los últimos 10, 000 años. Desde los antiguos mitos y leyendas que preceden a la “historia oficial” que se inicia con Herodoto, los hombres han actuado de manera criminal con sus congéneres. Uno de los mitos más antiguos, el de Caín y Abel en la mitología judeo-cristiana, es quizás la metáfora más representativa del hombre “lobo para el hombre”, como certeramente afirma Hobbes.

En los antiguos escritos religiosos está presente esta propensión humana de ejecutar masacres que en nuestra época serían calificadas sin la menor duda de genocidios. La destrucción de la ciudad de Jericó pasando a cuchillo a todos sus habitantes, hombres, mujeres y niños, es uno de los actos genocidas más nítidos que se cometió en la antigüedad, justificado, claro, por la “voluntad de Dios” expresada al tiranuelo de turno, en este caso, Josué. No es el único, claro; la destrucción de Troya, la antigua Ilión, hasta las cenizas, es otro de los testimonios legendarios de un genocidio, como lo fue el exterminio de cientos de miles de miembros del clan hindú de los Kauravas, rival del clan de los Pandavas, hace 7,000 años, según refiere el Bhagavad Gita, también libro sagrado, para los hindúes.

Este “criminal político” ha sabido disfrazarse a través de los milenios y los siglos, justificando sus acciones execrables por las creencias religiosas, pero también con otras formas de odio, especialmente a partir del siglo XVIII, paradójicamente “el siglo de las luces”. Es así, que por ejemplo, la diáspora judía, luego de haber sido sometida a masacres y “pogroms” por “razones religiosas”, a fines del siglo XVIII comienza a ser víctima de una nueva forma de antisemitismo: el racismo, que se consolidó en la ideología nazi como el mito del judío infrahumano, con lo cual se pudo consumar el holocausto de más de seis millones de seres humanos, judíos en su gran mayoría, pero también gitanos y homosexuales, con el argumento de ”no ser humanos”.

Luego de miles de años de genocidios, este criminal político -el hombre- se encuentra en el siglo XXI de la era cristiana, y lo primero que hace es llevar a cabo uno de los genocidios más lamentables del siglo que recién comenzaba: el asesinato de más tres mil personas en la torres gemelas de Nueva York el 11 de setiembre del 2001, reinaugurando así el genocidio por razones “religiosas”, una supuesta “Yihad” o “guerra santa”, esgrimida por los criminales de Al Qaeda para justificarse, como en la actualidad el autodenominado “Estado Islámico”.

Esta forma “religiosa” de masacrar a grupos humanos se confunde con otras formas de genocidio que se habían venido llevando desde inicios del siglo XX: los genocidios de Stalin, Mao, y Pol Pot, de Abimael Guzmán, el genocidio de opositores ejecutado por las dictaduras de Videla y Pinochet en Argentina y Chile, las matanzas de millones de personas de etnias en pugna en el África negra, y la matanza de miles de kurdos por Saddam Hussein, entre muchos otros crímenes colectivos del siglo XX.

El siglo XXI ya lleva en su haber a partir del inicio de la segunda década la interminable carnicería en Siria- donde Al Assad, con el apoyo de Rusia, ha llegado a asesinar a medio millón de sus propios ciudadanos. Esto es una herida abierta en la conciencia –si es que la tiene- del “hombre digital” de nuestra época que asume estos crímenes en un estado de letargo moral.

El genocidio por hambre del pueblo venezolano por el régimen de Maduro y su pandilla es cada vez más similar al que hace algunos años perpetró Kim Jong – Il en Korea del Norte y compite en brutalidad con las incalificables acciones perpetradas por el genocida elegido por el pueblo filipino, Rodrigo Duterte, quien se ha propuesto -y lo ha dicho públicamente- asesinar a tres millones de seres humanos por el sólo hecho de ser consumidores de drogas. El “criminal político”, herencia mental del paleolítico, sigue su sendero de sangre.

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