Se viene la Semana Santa, que es, de acuerdo a los teóricos una semana de recogimiento y de rezos y alabanzas a Jesús, un hombre que luchó por destronar una serie de creencias bárbaras en una sociedad bárbara.
Lo de Jesucristo, para mí que me considero agnóstico, debería ser un ejercicio recomendable para todo ser humano. En una época en la que los odios se arreglaban a cuchillazos, él hablaba de dar la otra mejilla y solucionar de manera pacífica los conflictos.
En una época de temores fundados, hablaba de hacer que el peregrino tome la mejor cama cuando llegase a visitarnos. En un tiempo de prejuicios extremos, pedía que se acepte a la prostituta como parte muy importante de su iglesia.
Es por ello que en lugar de golpearnos el pecho por nuestros pecados, deberíamos implementar acciones que nos ayuden a equilibrar lo oscuro con lo claro de nuestras vidas, en lugar de lanzar lamentaciones, que no ayudan en nada, ni solucionan algo.
En el caso nuestro, de los que vivimos en la Amazonía, hay unos santos con miles de años en nuestros bosques, a los que les debemos respeto y cuidado. Son los árboles, la vida que guardan y todos los servicios que brindan, una especie de hijo, padre y espíritu santo.
Si quieres sentirte en contacto con la divinidad, te recomiendo recogerte en la naturaleza, más que en el alcohol. Si bien es cierto Jesús hacía vino del agua, es hora de ayudar a la naturaleza a mentenerla limpia para el futuro.