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miércoles, mayo 8, 2024

Queriéndome decir algo, me dejó para siempre

I
¿Dónde está el género pensante entre el hombre y la mujer?
¿Quién piensa más, el hombre o la mujer? Y quién piensa mejor?
La diferencia no está en el género pensante, sino en el tipo de
pensamiento del género.

II
Nacimos, ¿para qué? … ¿Para ser Feliz? No, la felicidad no existe.
La felicidad solo tiene candidatos aspirantes que entre miles y millones de humanos nos disputamos para conquistarla.
III
Esta disputa para llegar a conquistar la felicidad no es con dinero; pero miles y millones piensan así. Ya los resultados no es necesario decirlo cómo termina: sino es
el cementerio, será el hospital o la cárcel.
IV
Somos contradictorios por naturaleza, los seres humanos. Miles y millones la felicidad buscamos afuera cuando diariamente: todos los días lo tenemos adentro:
abres las ventanas… no está comes de lo mejor… no está vistes de lo mejor… no está
vuelves del trabajo… no está conversas, y no está…
tienes gruesas cuentas bancarias…
la felicidad sigue lejos de ti, total, das una vuelta, la miras detenidamente, y te convences que esa grande felicidad está a tu lado, está todos los días desde que te levantas, hasta que anochece…
es más, en
divina paciencia nueve meses
te tuvo en el calor de su sangre
en el oasis de su vientre.
V
Entonces, la felicidad no está
afuera; está adentro, en la
casa, todos los días.
Esa mujer, convertida en
Madre, esa es la felicidad.
Cuántos no sabemos lo que
tenemos un tesoro en casa;
y cuántos hijos le botan con
la mano y los pies a ese tesoro;
le ensucian y le manchan con
la palabra.
VI
Ese hijo, cual insensato,
sigue buscando la felicidad
afuera, en el dinero y en
mil escenarios y espectáculos
de este mundo.
Ese tesoro, convertida
en mujer, convertida
especialmente en madre,
seguirá esperándote.
VII
La ausencia de una mujer
es el silencio en la vida del
hombre; es el sepulcro
donde ya ni las lágrimas
existen; es la oscuridad
total del alma… pero la
ausencia de una madre en la
vida de un hijo, aún cuando
éste fuera ingrato… esa
ausencia no existe;
recién esa ausencia se da
cuando nuestra madre
se va, de este mundo.
VIII
Yo ya no tengo el gozo de
ella, para mirar, sentir y
absorber su presencia,
ya no tengo;
yo ya no tengo el aroma
de su existencia viviendo
conmigo,
ya no tengo;
solo tengo los recuerdos
la mayoría tristes de ser
testigo que por la
impotencia de la vida
en silencio gemía
con las gotas de sus
lágrimas que caía.
IX
Solo tengo el recuerdo
de su coraje que nunca
retrocedió ante ninguna
crisis social y material;
Solo tengo el recuerdo
de muchos escenarios
de dolor y sufrimiento,
varias veces salvándose
de la muerte, cuando
fue arrastrada por
la soga de nuestro
caballo alazán
por defenderme:
estaba yo colgado
pues en la montura
iba amarrado…
por entonces
tenía cinco años.
X
Recuerdo también
cuando fue retrocedido
de espalda hacia el fondo
de un bosque con la caída
de un palo seco en
su cabeza…
decenas de personas
aparecieron y armando
una rústica parihuela
cargaron a mi pobre
madre a la posta médica
de Lamas. La única
expresión del médico fue:
“un segundo más, la
señora no estaría ya
con vida”. Por entonces
tenía diez años.
X
El siguiente recuerdo
es cuando se cayó
de espalda después que
conversábamos un triste
domingo de estos últimos
tiempos que no quisiera
recordar, la pierna derecha
que terminó fracturada,
fue el inicio de su triste
calvario postrada seis
meses en la cama, hasta
que un viernes del medio
día del 2011, apenas
mirándome, queriéndome
decir algo…
me dejó para siempre.

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