Es tremendo el asombro de un peruano al ver a compatriotas dañar por dinero riquezas arqueológicas inconmensurables. Así como se dañan restos de los incas en pleno corazón del Cusco, así se han dañado y se siguen dañando restos arqueológicos de los Chachapoyas en las provincias de Mariscal Cáceres, Huallaga, Rodríguez de Mendoza, Chachapoyas. Las autoridades de turno como que no viven en el medio, como si estarían volando por la ingesta de alucinógenos que nada ven. Mientras tanto, la destrucción continúa a paso firme y sostenible. No solamente la destrucción es de recursos arqueológicos que son patrimonios del país y de la humanidad, porque son perdurables en la historia; sino también, la destrucción de bosques vírgenes de las profundidades de la selva, de la desaparición de riachuelos y quebradas, de la contaminación de éstas fuentes de agua con petróleo y productos químicos para extraer míseros gramos de oro. El exterminio de especies de animales silvestres maravillosos de los bosques y de las fuentes de agua. La actuación de ésta población destructora dice a las claras la carencia de amor cívico por la patria de la cual hace gala, sin que nadie la diga nada. Cuánta falta hace re sembrar este amor cívico en los corazones de los niños, de toda la población. No solo no se respeta el arduo trabajo de los ancestros incas, Chachapoyas y otros, tampoco damos importancia a la evolución de miles de años de nuestra naturaleza, para formar bosques nutridos de riquezas, con las cuales se desarrollan nuestras vidas humanas, sino, tampoco nos respetamos entre personas, que se dice que somos civilizadas, porque a vista y paciencia de todo el mundo, nos maltratamos, agredimos y hasta nos matamos; porque a pesar de contar con hermosos y líricos instrumentos legales, hacemos de la administración pública una olla en ebullición de la corrupción, importando un bledo el compatriota. Cuanto amor cívico falta en la mente y en el corazón de cada habitante, no importa que lo digamos que amamos al terruño, es mejor demostrar este amor con obras positivas.
Amor cívico es también asumir con responsabilidad la función familiar y los compromisos públicos, porque el desarrollo de la familia y de la comunidad se encuentra en el esfuerzo que se le pone al trabajo honesto, pensando siempre hacer el bien al prójimo, al medio ambiente y a la institución. En la familia el hijo espera el ejemplo del padre para delinear su conducta futura. En la función pública o privada, el trabajador debe cumplir las normas que siempre hacen bien a los demás.
En otras palabras, el amor cívico no se enseña en la pizarra, sino, se dicta en la conducta de los mayores, así como se hace con los demás valores humanos. Grande es el reto de las actuales y futuras generaciones, porque en estos temas el avance ha sido retrospectivo, hacia atrás. Hay necesidad de delinearse políticas nacionales conducentes a tratar de recuperar tiempos perdidos. Es lamentable la ceguera de políticos que han tenido oportunidad de fijar sus nombres en los mejores anales de la historia, que ha mirado su gobierno de manera fugaz, deportiva y trivial, que no le ha dado la importancia al verdadero desarrollo humano, como eje fundamental para garantizar un desarrollo sostenible en el tiempo.
Es inadmisible que funcionarios de todos los niveles hayan dado autorización de construcción de hoteles en el centro mismo del Cusco, dañando los andenes, a vista y paciencia de la gente, de los turistas y de las demás autoridades.
Alguien podría preguntarse ¿cómo una autoridad del Ministerio de cultura, una autoridad municipal, hayan dado autorización de dañar estos riquísimos productos turísticos? Pero, ¿podrá existir un cuzqueño que autorice semejante barbaridad? No fue un cuzqueño común, sino la autoridad del gobierno local ¡increíble! Lo mismo ocurre con las chulpas, las ciudadelas, los caminos empedrados, las terrazas de los Chachapoyas en la Gran Saposoa, donde campesinos indiferentes han desboscado sin autorización, amarran sus caballos en los muros de las terrazas destruyéndolas, han saqueado las chulpas, han destruido las ciudadelas y los caminos, sin que alguna autoridad haya dicho nada. Cuanta ausencia de amor cívico, cuánta indiferencia por nuestras riquezas, cuánta falta de respeto por todo.