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viernes, mayo 23, 2025
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¿Celosa yo?

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Me intriga saber a qué mujer amaste antes. Cuando no estoy contigo, me pregunto con quién hablas, a quién miras. Cuando tienes aire de estar ausente, me pregunto en quién piensas, respondes nada y el momento se me amarga y poco a poco los celos me matan.
Cuando son pequeñas dosis, encantan, cuando la dosis es mayor, matan. Dicen por ahí, que el amor no mata, mata la dosis. Así como la uva se convierte en vino y la oruga en mariposa, el amor se transforma en obsesión.

Los celos han sido un argumento recurrente y fértil de la literatura, aunque constituyan también el germen de demasiados sucesos trágicos de la vida.
Celos, envidia, voracidad, trilogía de emociones “negativas” que alimentaron la creación de diez mandamientos y miles de leyes en todo el mundo, que ningún poder judicial logra que se cumplan finalmente.

Sentimientos que habitan en el origen de la vida, y en la concepción mítica del mundo que los propios hombres escribieron en los relatos religiosos y en los artísticos. Aún dentro de su oculta simbología en nuestro pasado lejano, hay un Caín que mata a un Abel, o un Yago que induce a Otelo al homicidio a través de una calumnia, porque desea su puesto, o una madrastra que inútilmente pregunta “espejito, espejito….¿quién es la más linda del reino”? y ante la respuesta que certifica la falta, se instala en ella la idea de regalar a su rival una manzana envenenada, un pasaporte a la muerte.

En el ámbito sentimental, el rasgo más acusado de los celos es la desconfianza y sospechas permanentes en el otro, que tiñen y perjudican gravemente la relación con la persona amada. La mayoría entendemos por celos ese confuso, paralizador y obsesivo sentimiento, causado por el temor de que la persona depositaria de nuestro amor prefiera a otra en lugar de nosotros.

Los celos son afectos constitutivos de nuestras más pequeñas células narcisistas. No hay ser viviente que en alguno de los ámbitos de su existencia no los haya sentido alguna vez.
Instinto de posesión, temor a la pérdida, fascinación del rival, pulsión de muerte, actos de violencia, o espuela para el erotismo en un vínculo, a veces los celos se nos revelan como un ingrediente del amor y se evidencian de las más diversas maneras, algunas más extrañas que otras.

Los celos imaginarios o alucinatorios, son los generadores de conflictos en las parejas, en las familias, en los espacios laborales, y hasta en las contiendas políticas. Buscamos una definición y un origen de los celos, saciamos nuestra ignorancia hasta conocer la fibra más íntima del monstruo verde de las siete cabezas, pero…¿y luego qué? ¿qué hacemos con ese saber si no podemos lograr una apropiación instrumental que nos ayude a producir un cambio en el aquí y ahora? A mitigar el sufrimiento del que cela y del que es celado.

El celoso exige a su pareja la descripción pormenorizada de su supuesta aventura y en su mente se mezclan el miedo al ridículo, a estar en boca de todos, el sentir con dolor que la otra persona vale más, la pérdida de autoestima, un deseo morboso de información (circunstancias de la otra relación, quién es, dónde se ven, desde cuándo….), un desmedido afán de control, un sentimiento de posesión exacerbado, la agresividad para con uno mismo.

Para el celoso, lo que dice, no es lo que significa.

¡QUÉ INTELIGENTE QUE ERES! Me quiero acostar contigo.
¡CUÁNTO TALENTO TIENES! Me quiero acostar contigo.
¿DE QUÉ SIGNO ERES? Me quiero acostar contigo.
¡TU MADRE ES ENCANTADORA! Me quiero acostar contigo.
¿Y SI ESTUDIAMOS JUNTOS? Me quiero acostar contigo.
BUENOS DÍAS: Me quiero acostar contigo.
HOLA, Me quiero acostar contigo.

En fin, los celos existirán siempre y con ello se desencadenarán hechos violentos, de insultos, algunas veces de amor, pero que siempre terminarán describiendo el alma…

¿Celosa yo? Con quién carajo estuviste anoche.

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