Las obras públicas deben MEJORAR LAS VIDAS, no destruirlas
Las obras públicas deben ser sinónimo de bienestar, no de maltrato. Las familias de Morales no merecen vivir así. Merecen respeto, justicia y, por fin, una solución.
Hace más de un año y cuatro meses, las y los vecinos del jirón Manco Cápac, en el distrito de Morales, viven atrapados entre el polvo, el lodo y el abandono.
Lo que debía ser una obra de mejoramiento de servicios básicos, terminó siendo una pesadilla diaria. “Ya no sabemos qué hacer”, dice una vecina de la cuadra tres, mientras señala los huecos abiertos frente a su casa, donde antes había veredas y ahora solo hay charcos y focos de infección. Ella, como muchos, convive con el barro, la falta de agua y la incertidumbre.
“Más de un año viviendo entre el barro y el olvido, vecinos del jr. Manco Cápac y otras obras en Morales exigen respuestas.”
Pero Manco Cápac no es el único, otros jirones y zonas adyacentes también han sido escenarios de obras inconclusas o mal ejecutadas.
Las promesas de desarrollo que prometió el profesor Rufino Pinedo y su equipo para llegar a la municipalidad y el equipo de regidores y gerentes, al parecer, no dan la talla o algo está fallando al seleccionar a las empresas que “dicen” calificar para las obras, obras que se han convertido en trampas de cemento a medio hacer, y los vecinos en rehenes de una burocracia sin rostro y de contratistas sin compromiso.
¿Dónde está el control? ¿Dónde está la capacidad de gestión? ¿Por qué la Municipalidad de Morales permite que empresas como REMI ingresen, destruyan, y luego se retiren “tirando la toalla”, sin terminar lo que comenzaron?
La obra que trajo más dolor que desarrollo: alcalde, funcionarios y empresarios indolentes
Cada obra abandonada es un símbolo de cómo el Estado puede fallar incluso en lo más básico: garantizar condiciones mínimas de vida.
Nos hemos enterado de que recientemente la municipalidad resolvió el contrato con REMI. Si esto es cierto, lo mínimo que corresponde es asumir con responsabilidad la administración directa del proyecto. Eso implica sincerar el problema, convocar a la población afectada, explicar las acciones a tomar y, sobre todo, intervenir con los fondos que ya no se transferirán a la contratista.
Contratos rotos, calles destruidas: vecinos que sobreviven entre promesas vacías
Porque, cuando una entidad resuelve un contrato, se queda con un remanente presupuestal. Y ese dinero debe servir para actuar. No es excusa decir que no pueden hacer inversiones. Si existen constataciones policiales y se ha formalizado la resolución, entonces también debe haber una solución concreta.
Lo lamentable es que este no es un error aislado. Es el reflejo de un sistema donde los filtros para adjudicar obras son débiles, donde se prioriza la oferta económica por encima de la experiencia o la solvencia técnica. REMI no es la excepción, sino un síntoma.
Jirón Manco Cápac: el jirón donde la obra no termina y el sufrimiento no cesa, las calles donde caminar se vuelve una odisea, donde el agua no llega, y donde la paciencia se agotó.