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lunes, enero 20, 2025
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El rostro de la pobreza en Juanjuí que ignoramos

Por: Carlo Augusto Pérez Pérez

La tarde del pasado martes 31 de diciembre, tras visitar a nuestros amigos asentados en las partes altas de Juanjuí, me permito hacer la siguiente reflexión.

Es muy doloroso y deprimente ser testigo del caótico cuadro poblacional en los cerros y zonas altas de Juanjui, que -ante la apremiante necesidad de un techo digno donde vivir- han sido  poblados por cientos de familias con niños y ancianos que no solo viven en riesgo permanente por la ocupación de estas áreas empinadas e inestables propensos a posibles deslizamientos y desprendimientos en caso de lluvias o sismo; sino también en la más angustiante pobreza con precarias viviendas, sin desagüe, sin agua potable y sistema de drenaje, sin servicios esenciales que se complican por la geografía de la zona.

Se imaginan, ¿Cómo lo pasan nuestros vecinos de estos lugares en temporadas de lluvias diluviales que inundan sus rústicas chozas y colapsan los rudimentarios y contaminantes silos fecales? En esas condiciones ambientales, ¿Cómo satisfacen sus necesidades vitales de cocinar, lavar, bañarse, sin saneamiento y agua potable por cañería? Cruel penuria.

Gentes, hombres y mujeres de todas las edades, seres humanos -quien sabe-varados y sin esperanzas de un mejor porvenir, sin fuentes de trabajo seguro, pues resisten con dureza el día día como peones, jornaleros, obreros, estibadores, motocarristas. Lo más penoso es que, por esta dura realidad, madres, niños y ancianos de estos sectores se ven forzados a salir a las calles a mendigar limosnas, así como a vender refrescos, aguajes, gelatinas y otras minucias de sobrevivencia, soportando la indiferencia y discriminación de alguna gente carente de caridad.

Este es el otro rostro del Juanjui, -que muchos no ven-; el de los “cerros”, el de las cuestas con despiadada miseria material que flagela a numerosos de nuestros hermanos y coterráneos, que claman no poses de asistencialismo e humanismo barato, fingido e interesado, sino sincera humanidad, generosidad, solidaridad, cooperación, fraternidad, dignidad y justicia social.

Al tomar contacto con estos nuestros prójimos, debe hacernos más sensibles y humanos, llevándonos la dicha de compartir de alma y corazón, y no por vanagloria. Situación tal, que debe ser “la soga que nos jala para convertir a nuestras vidas en herramientas y testimonio vivo de servicio humano», como me dijo mi dilecto amigo, Ing. César Delgado Pizarro.

No es la primera vez. Siempre hubo en mí un afecto y dolor fraternal por nuestra gente vulnerable, en gran parte inspirado por la influencia del ejemplo paterno, y también porque algún momento pasamos por esta experiencia, cuando, por necesidad de la casa, teníamos que vender chupetes, marcianos, incluso lustrar zapatos. Eso me enseñó a valorar la vida, a las personas y las pequeñas cosas, las cuales nutrieron y marcaron mi alma.

Por eso dejo en claro. Mis acciones no buscan protagonismo personal, tampoco fines políticos. Porque estoy convencido que lo único que debe movernos cuando hacemos algo en favor de la sociedad, más si se trata de impulsar cultura y acciones humanitarias, el compromiso de servir al prójimo necesitado, de manera altruista a nuestro pueblo, lo cual aprendí de mi padre que fue un ser humano abierto, sincero, desprendido y libre de pretensiones e intereses subalternos, despejado de malas intenciones.

Concretar la publicación de la prolija obra literaria -inédita- que dejó para la posteridad Wilson Pérez Iglesias, la cual es un valioso legado y patrimonio intelectual que debe estar en manos del pueblo y formar parte del acervo cultural de Juanjuí y la región San Martín.

Hacer realidad la visión y vocación social que siempre tuvo, de que la cultura debe ser inclusiva, es decir, debe ser de todos y llegar a todos, especialmente a los más endebles de la sociedad, a los que Wilson, con el mejor designio, los llamaba  “PARA LOS SIN NADA”, aquellos seres humanos dignos y valiosos que, por su condición marginal por la pobreza y desigualdad social, están despojados del bienestar material, así como de las oportunidades de acceso a educación, cultura, salud, trabajo y vivienda de calidad y a una esperanza de vida mayor, entre otros derechos necesarios, que, por justicia, les corresponde para un desarrollo humano pleno y con decencia.

En ese noble cometido, la tarea de seguir cristalizando la asociación «Cultura Abierta Para Los Sin Nada!», que busca encarnar el sueño de Wilson para que la “cultura no se centralice en élites conformadas por personalidades que, por sus habilidades innatas u oportunidades aprovechadas, han llegado a tener nombre y posicionamiento y que, casi por lo general, se conforman con auto complacerse en reuniones diletantes y actividades selectas, mientras el común de la gente vive un mundo distinto y lejano de los “grandes eventos”, tal como él mismo lo puntualizó.

Por eso, todos estamos llamados a poner una cuota de acción solidaria a favor de nuestros semejantes, particularmente vulnerables. Nacimos y existimos para servir, servir y servir. 

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