Todos terminamos amando a una ciudad. O es la ciudad donde nacimos, o donde nos formamos o terminamos realizándonos, o es la tierra de aquella mujer que llegaría a ser el gran amor de nuestras vidas; de nuestra esposa, me explico. Pero, en lo personal, tengo tres sentimientos y hacia ellos con la misma intensidad. Tarapoto, donde nací; Chazuta, donde inicié mi aprendizaje y Lima, donde conocí a Betty y estudié la universidad. Mi vida y formación fueron la suma de los valores de la gran familia Arévalo, de mis amigos y compañeros de estudio y del trabajo, de personas extraordinarias y de mis maestros, profesores y catedráticos, estos últimos de La Molina.
En las reuniones habituales de LOS WIWANEROS, Luis Alberto Tafur Ruíz siempre resalta que, a pesar de haber nacido en Moyobamba, Tarapoto terminó siendo su tierra amada con esa fuerza raigal que terminó aprisionándolo para siempre. Y los demás del grupo, Galo Ponce Saavedra, José Manuel Chong Velasco, Rodolfo Rojas Vargas y Carlos Humberto del Águila Delgado, somos tarapotinos por nacimiento y también amamos a nuestra Ciudad de Las Palmeras; mejor dicho, la otrora Ciudad de las Palmeras.
En nuestras reuniones, como si se tratara de una Logia, abordamos temas circunstanciales que, cuando insistimos en ellas, comprendemos que son parte de la verdadera historia de Tarapoto, porque vienen a la memoria hechos que en su momento eran baladíes y sin ningún significado ni trascendencia pero que, medio siglo después, al
ubicarlos en su verdadero contexto adquieren importancia. Y aquí vale que nuestros lectores comprendan el verdadero sentido de lo “viejo” y lo “antiguo”, que me remite a la obra “Memoria de mis putas tristes”, de Gabriel García Márquez, con cuya familia está vinculada Delsy Violeta Ramírez Rojas, quien presentó su libro “La mariposa Basita y sus amigos”, el sábado pasado. Y ese decurso espontáneo de nuestras reuniones los hace gratos y placenteros donde damos rienda suelta a esas cosas que queremos contar; y a veces con avidez, sin ser chismosos.
Las remembranzas que forman parte de nuestras conversaciones se refieren a hechos que vivimos y de los que fuimos testigos. Y cada uno participa en función a su memoria y recuerdos de sus propias épocas, porque algunos podrían esta ya medio “cochitos”, pero que sus informaciones, como si fueran reminiscencias, enriquecen la conversación, como el caso de aquel curita bien dotado, al que se le consideraba un santo varón, quien tenía su “mataderito” por el sector de la quebrada del Shilcayo adonde a muchas damas tarapotinas las llevaba a capacitarlas en el catecismo cristiano y en las realidades de la vida.
Todo lo anterior, como una introducción. Porque seguiremos escribiendo sobre personajes que hicieron historia, sobre hechos del pasado, sobre circunstancias personales y de muchos temas que, aunque sean prosaicos, los vivimos y formaron parte importante de nuestras vidas. En la reunión del martes pasado, por ejemplo, tocamos el tema de las rockolas, ese aparato de música fantástico que parecía ser invento de otro planeta. Y ya escribiremos sobre ello. (Comunicando Bosque y Cultura).