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miércoles, mayo 29, 2024
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Historias de Tarapoto, 4

He recorrido parte de Morales y el sector Huaico de la ciudad de Tarapoto, y constaté obras de los dos alcaldes, profesor Hugo Meléndez, como del arquitecto Tedy del Águila, burgomaestres de esas circunscripciones, respectivamente. Al recorrer esos lugares vi arreglo de pistas y sería necio no reconocerlo, por lo que les felicito. En lo personal, ambos son buenas personas, creo; como dirían sus simpatizantes: ´son unos amores`. Sin embargo, la calle Rafael Díaz, de Morales, pareciera haber sido bombardeada, y el profesor, solo por darnos la contra a los del Fonavi, se hace el sueco y no quiere atendernos y su silencio galáctico es una demostración de ello. O, de repente, está en la dimensión equivocada. Por supuesto, ambos tienen sus partidarios.

Los políticos a quienes la ciudad recuerda con bastante afecto son el ingeniero Ulises Reátegui Morey, él, de gran trayectoria demócrata, y a Víctor Manuel Arévalo Delgado, conocido como “El Cacique”, líder del arevalismo, que era un movimiento regional, al igual que el reateguismo, clanes familiares de gran peso en la política y la sociedad sanmartinense. Lo curioso es que ambos –enemigos acérrimos y casi sectarios–, eran miembros de un mismo tronco familiar, cuyos ancestros ya tienen presencia en la historia sanmartinense desde el siglo XVIII, como lo testimonian cartas de Baltazar Martínez de Compagnón cuando visitó Tarapoto en 1782. En esa época solo existían los pueblos de Cumbaza (parte de la actual Banda de Shilcayo) y Tarapoto, alrededor de la laguna de Suchiche, donde era casi dominante la familia

de los Tenazoa. En Cumbaza terminaba la influencia administrativa eclesiástica de la diócesis de Trujillo. Los otros territorios de la Amazonía, bajo la administración de la Comandancia General de Maynas, eran parte del virreinato de Santa Fe (Colombia), que se reincorporan al Virreinato del Perú en 1802 cuando se expide la Real Cédula, el 15 de julio de 1802.

La lucha fratricida entre el arevalismo y el reateguismo terminaría el domingo 4 de marzo de 1962, a las 11.15 de la mañana, cuando en el mitin del senador reeleccionista, Víctor Manuel Arévalo comenzó a dar su discurso desde la glorieta central de la plaza de armas de la ciudad. Unos minutos antes, había intervenido el Dr. Alfonso Vásquez Gómez, candidato a una diputación. Es entonces que se produjo una pedrea infernal dirigido contra el senador. La lucha contra el arevalismo la habían emprendido fogosos jóvenes dirigidos por Manuel Tafur Ruíz, de excelente oratoria; Gonzalo Hidalgo Ibérico, natural de Rioja, y el abogado Luis Alberto Sánchez Bartra.

Por el reatiguismo iba como candidato a senador don Grimaldo Reátegui Weninger, con su movimiento “Frente de Unificación Sanmartinense”. Su lema de campaña estaba cifrado en la expresión “Ni viejos métodos ni reelección. Reátegui garantiza la renovación”. El arevalismo y el reatiguismo desaparecerían cuando el 18 de julio de ese año se da el golpe de Estado y sacan del poder a Manuel Prado Ugarteche. Sería el comienzo del fin de la oligarquía patricia y de abolengo; poco después se implantaría la oligarquía financiera y plutocrática: la que verdaderamente gobierna el país. (Comunicando Bosque y Cultura).

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