Por Ricardo Quevedo
Es la historia de Guillermo Chirinos, con el nombre de Willhelm, personaje que aprovecha su condición de trabajador de FONCODES (empresa del Estado), que al ser enviado a Pucallpa, describe la situación social y conflictiva de esta ciudad que estaba atravesando por una huelga de los cocaleros, quienes demandaban al primer gobierno de García que se respete el cultivo de esta hoja milenaria; lástima por situaciones del narcotráfico, el gobierno de aquel entonces y todos los sucesivos gobiernos, emprenden políticas de erradicación, muchas veces sin ningún resultado, toda vez que la mafia de la droga, es una organización millonaria cuyos núcleos de dirección están en varias partes del mundo, especialmente EE.UU. Colombia, México y el Perú.
El personaje Willhelm, a lo largo de su libro, entra en varios episodios de diálogo con el nombre de Yamahita, que no es otra cosa más que su vehículo: una moto lineal, que recorre desde Pucallpa hasta Lima, pasando por varios lugares. Personas cercanas a él le recomendaban que no haga este tipo de viaje que era bastante temerario: “es muy peligroso –le decían-, que hace frío, que llueve, que se puede pinchar una llanta o fundir el motor, que te puedes quedar botado o que te pueden asaltar en Pumahuasi, o que te le pueden quemar tu moticicleta en Huipoca, o que te puede aparecer un tunchi o un chulla chaqui”.
Aunque luego de haber emprendido el viaje, le da la razón a sus amigos cuando le recomendaban que no realice este tipo de viaje. Reflexionaba: “A medida que me acercaba al estrecho puente que conecta Chío con Huipoca, me fui dando cuenta del grave error de querer pasar con la motocicleta. ¿En qué momento se me cruzó la idea de viajar en este vehículo hasta Lima, con todas las inclemencias del tiempo y la ira de estos agricultores contra el gobierno?
Estos cocaleros se embravecían de lo peor, por ello es que en un arranque de ira incendiaron dos camionetas cuatro por cuatro, quemaron al mismo tiempo más de cincuenta mil dólares. Ellos defendían con mucho celo y coraje lo que les parecía que eran parte de sus vidas, y cuando veían intermediarios que se llevaban el dinero a montones producto del narcotráfico, no pensaban dos veces para cometer cualquier acto que para ellos era una manera de hacer justicia, ya que el gobierno se aleja mucho de administrar una justicia equitativa en todo el país.
Al llegar a Aguaytía, tuvo una experiencia cuando se presentaron un grupo de manifestantes cocaleros que huían despavoridos de la policía. Los cocaleros les miraron y decían entre ellos: ¿qué hace una motocicleta y éste pata por aquí? Todos se armaron con palos y piedras pensando seguramente que era un espía; tuvo cierto temor y emprendió veloz carrera en su moto, la gente le quedó mirando.
Luego de una larga distancia, cuando la masa enardecida ya no le miraba con deseos de amenaza, reponiéndose de su temor pensaba: “Tu plataforma de lucha es digna, hermano cocalero, y tú pleito no es conmigo, sino con Alan y Alva (este era el premier en el primer gobierno de García), yo soy del pueblo como tú hermano cocalero”.
Siendo la primera vez que visita la selva, él y su familia tenían miedo; no obstante tenía que hacerlo con la ilusión, de hacer algo por la patria, de aportar con su granito de arena, con la bendición de tener un trabajo, un contrato de seis meses en la empresa de Foncodes.
En un tramo de su viaje de regreso a Lima se detiene para tomar agua, pues le esperaba una larga cuesta, es decir ascender hasta los 2,700 metros de un pueblo llamado Carpish. En todo este trayecto ya había avanzado 90 kilómetros hasta la ciudad de Huánuco.
Seguía avanzando y llega a un pueblo llamado Oroya, donde una vez más se detiene para echar combustible y revisar a su máquina, las luces y el freno, porque el siguiente tramo era más exigente, pues era superior a los 4,750 metros de altura, luego emprender directamente por una pendiente hasta llegar a Lima.
Un par de horas más estaba ya en la costa y bajaba por la carretera central, por el puente entre Chosica y Chaclacayo.
Finalmente cuando eran ya las diecisiete horas con diez minutos de un viernes, se detuvo frente a su casa, para alegría y emoción de sus familiares, todo lo contrario cuando una fecha de un lunes se despide de sus familiares para partir a Pucallpa.
En Pucallpa estaba más de seis meses trabajando en Foncodes, quien coordinaba con la mesa de concertación y veía los temas de pre inversión.
El libro de Guillermo Chirinos, responde a la coyuntura cocalera del país, cuyo producto manufacturado e industrializado, recorre varios países del mundo, dejando tentáculos de mafia en diversos lugares, que hace ratos corrompieron las instituciones, incluso llegando hasta los mismos poderes de estado de algunos países, como México, y como el Perú en la década del gobierno corrupto de Fujimori.