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miércoles, enero 15, 2025
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Los “políticos” peruanos y cómo acabar con ellos

A través del Cristal

Ing. William Gallegos
Columnista

 

Ciro Alegría Bazán en “El mundo es ancho y ajeno” nos describe el caso del gamonal que llega a ser parlamentario. No es precisamente el argumento principal de la obra; tal vez sí, la consecuencia natural de que cualquier hijo de puta que tenga poder y dinero crea tener su derecho “natural” a ser congresista o político. Por supuesto que las condiciones han cambiado, porque ahora, además de tener dinero, hay que tener una concha como lo tenía Al Capone quien solía decir que bajo su pecho latía un corazón generoso incapaz de hacer daño a nadie, mientras se acordaba de sus vendettas y matanzas a doquier.

Los congresistas actuales, muchos de ellos ya decididamente delincuentes o delincuentones, como acaba de revelar Gagó, han hecho de su función pública la retahíla permanente de sus actos criminales lo que es una demostración más de la enfermedad crónica en que vive nuestro país y su pandemia generaliza porque los “capos mafiosos” de la política, muchos de ellos congresistas, han construido una estructura que nos podría hacer creer que nuestro país no tendría futuro.

La crisis de Ucrania y Crimea –un caso que se está tornando peligroso– desnuda una vez más cómo debe entenderse la política: según cómo afecten los intereses. Y, también, es el entender y ser “mosca” para aprovechar las oportunidades que se generan. Así tenemos individuos, que nacieron depravados, están al tanto de cualquier coyuntura, de cualquier protesta popular, de las acciones reivindicativas para subirse al tabladillo y…¡zas!… los tenemos de congresistas, y en esto la región San Martín tiene experiencia.

Gagó, ha declarado que casi el cien por ciento de congresistas hacen de las suyas; entonces ha llegado la hora de que si cualquier carajo que tenga sus montones de billetes nos anuncia que se “lanza” al Congreso o a cualquier otro cargo político –¿lo hace por querer servir al país, acaso?—debemos hacerle pasar por la carrera de vaqueta, y que reciba el mensaje que para cojudeos ya estamos cansados. Ya no esos sujetos que llegan a San Martín o salen a la palestra cada proceso electoral, porque dizque quieren el desarrollo de la región y de la ciudad, o cada cuatro o cinco años se acuerdan que esta tierra existe. Ya no esos besos hipócritas a las abuelitas y los abrazos falsamente tiernos y cariñosos a los niños.

Gagó, nos ha puesto en cuarentena con lo que declara en esos audios difundidos por la prensa. Y muchos se han preguntado, si ya tenía dinero, para qué fue al Congreso si solo se percibe quince mil soles mensuales –obviamente sin contar los muertos y heridos—. Nos reitera, entonces, que la política, para los políticos “exitosos”, es el reino de la impunidad, más aún con un pastor cucufato presidiendo una comisión precisamente para enderezar entuertos, cuando es el sitio de las aberraciones más absurdas. Porque la política es el escenario para las propuestas inviables como las de ese político criminal, con vocación de muerte que, aprovechándose de las circunstancias y de las coyunturas, está pidiendo permanentemente pena de muerte para ganar votos y pescar en río revuelto. Pues la impunidad descarada que ha adquirido carta de ciudadanía, por culpa de los malos políticos, es el origen de los males y tragedias permanentes de nuestro país.

Pero la situación puede cambiar para que desaparezcan los Fritz, que escriben falseando intencionalmente la realidad; el niño bonito santurrón y cucufato y su yunta, calumniadores y difamadores profesionales; los políticos analfabetos, que miran la paja en el ojo ajeno, como ese impresentable de lentes y que quiere aparentar profesoral y académico. Y esto podrá ser posible cuando el periodismo se practique con responsabilidad y sensatez y dejen ya de dar tribuna a políticos angurrientos y con ´prestigios´ delincuenciales, pero vivos y cundas, o que difaman con el mayor desparpajo en la radio. Pero sobre todo, cuando usted amigo lector, hermano, correligionario, camarada, compañero y cómplice, tenga la entereza de decirles ¡basta!

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