Manuel Torres, llega a su domicilio a las 7 de la noche, luego de un agotador trabajo de todo el día. Está en camino desde las 4 de la mañana. Recorre casi toda la ciudad, vende y compra productos de primera necesidad. Siente el golpe inflacionario producto de la locura y ambición de Putin que ya se ganó un sitio en la historia como asesino.
Se Va al centro de la ciudad todos los días empujando su carretilla, la calle que más recorre es el jirón Lima, pasa por la avenida el Ejército, sobre todo al llegar a la cuadra que está a espaldas de la I.E. Francisco Izquierdo Ríos, expectora algunos insultos contra las autoridades porque al empujar con tanto esfuerzo su herramienta de trabajo por los grandes huecos por donde recorre, exclama con más fuerza interior: qué pasivos somos los peruanos, tanta maniobra hacen los conductores para pasar por este lugar sorteando grandes baches como si fueran calles bombardeadas producto de la constante lluvia de estos últimos tiempos.
Manuel Torres sigue maniobrando en su fuero interno, mientras con dificultad su carretilla va empujando: no reclamamos una atención de calidad a las autoridades. Miren las calles, “una desgracia”; miren al Tribunal Constitucional, “un mercado” que venden los jueces las decisiones jurídicas al mejor postor de la clientela política.
Si la justicia se hace con arreglos bajo la mesa, -piensa Manuel Torres-, estamos ya entonces en un país bananero; en un país a fuerza de los que más tienen; que los pobres y los miserables que se pudran en la cárcel; los mafiosos, corruptos y millonarios queden libres.
Esta plática interna a Manuel Torres le tiene ya absorbido, él que vende siempre sus productos a precio digno y totalmente justo, piensa en lo putrefacto que está el órgano judicial en nuestro país, se pregunta: ¿Si liberando a Fujimori, piensan pacificar al país?; ¿si liberando a Fujimori, la crisis política llegaría a su fin?
Manuel Torres no necesita ser profesional para tener la respuesta de sus preguntas, al contrario dice él: lo que el Tribunal Constitucional hizo, fue abrir la herida de los millones de peruanos que pensamos, que la justicia debe ser por igual para todos, si la sentencia es para 25 años como así lo determinó la justicia impecable de aquel entonces hace 15 años contra Fujimori, debe cumplirse al pie de la letra, independientemente de la edad o la enfermedad, de lo contrario, -continúa su lúcida plática Manuel Torres-, que se abran entonces las cárceles de todo sentenciado con edad avanzada y enfermedad comprobada.
Manuel Torres sigue empujando su carretilla, cuando vende algunos asados ofrece al público con mucho entusiasmo: “maduros y más maduros con queso y chicharrón ya se terminan”. Justo llega una señorita que le dice: don Manuel Torres, por favor, quiero tu maduro, ya no soporto más mi comezón…digo, mi hambre. Manuel Torres le responde, frío o calentito, me gustan los dos, contesta la muchacha.
Manuel Torres, experiencias de calle como éstas tiene muchas, pero más roces de experiencia tiene con gente como él que no llegaron a escalar niveles académicos en la sociedad, pero si una larga experiencia de trabajo y dedicación a varias actividades manuales y de campo, pero siempre demuestra el sentido común y muy lúcido sobre la coyuntura social y política del país.
Con este sentido común que lo manifiesta Manuel Torres en su permanente andar vendiendo y comprando desde las primeras horas de la madrugada, está trabajando un proyecto de convocatoria a todos los candidatos para las elecciones municipales y regionales del mes de octubre de este año, ya tiene esbozado su primer manifiesto que todo candidato debería suscribir la confesión sobre los siguientes puntos:
“Yo candidato tal, me comprometo de ser elegido o elegida a lo siguiente: tener hoja de vida intachable con la familia, la sociedad y la justicia; dedicarme a tiempo exclusivo para el cargo que soy elegido; suscribir con cuánto de dinero personal empiezo mi gestión; suscribir con cuanto de dinero personal llego al fin de mi gestión; ser paseado en burro al término de un año al solo indicio de incumplimiento de mis promesas; finalmente someterme a la confesión sincera de algún supuesto delito cometido.
Manuel Torres, tiene ya listo este primer manifiesto y tan solamente espera que la infinidad de candidatos que existen en toda elección, se suscriban a este manifiesto y tal vez de esta manera -razona Manuel Torres-, se empiece con la auto voluntad del mismo candidato a limpiar la sociedad de toda mafia, corrupción y latrocinio de todo peso y de todo nivel.