Cuando estás en la cama piensas en él. Te encanta escucharlo, pero prefieres sentirlo vibrar. Por las noches es bueno verlo, pero uno por la mañana, es ideal. Te conecta de pies a cabeza y tu cuerpo se libera con solo manipularlo. Mientras más lo tocas, más feliz te sientes.
Algunas prefieren tocarlo que conversar, otras no dejan de mirarlo. Algunas se quedan con el jabón en el cuerpo con tal de extender la mano para tenerlo y otras sacrifican sus comidas por estar pegadas a él.

El problema con la “bolita verde” es más peligrosa de lo que se piensas. Activa rayas azules al recibir los mensajes y emana un poder que logra controlar a multitudes. Se ha convertido en el compañero indispensable en nuestra vida, causante de peleas, rupturas amorosas, pérdidas de trabajos y hasta de accidentes. WhatsApp se ha convertido en el dolor de cabeza de muchos y en el orgasmo preferido de otras.
“Una raya, dos rayas… ¡ahora están azules! ¿Por qué no ha respondido a mi último mensaje? ¿Lo tengo que llamar o mejor le vuelvo a escribir? ¡De nuevo las dos rayas azules! ¿Me está evitando?”

Mirar el móvil cada cinco minutos, creer haber escuchado el sonido que produce el teléfono o sentir la vibración al recibir un mensaje. Responder los mensajes en el instante, sin dejar pasar siquiera un par de segundos. WhatsApp es una moda que puede causar ataques de nervios, de ansiedad, de celos y hasta te quita comunicación real con las personas alrededor.

Hasta hace algunos años uno se comunicaba con sus amigos gritando desde la ventana de su casa o llamando al teléfono fijo. La comunicación era directa y todo parecía mucho más fácil. Con la llegada de los smartphones y una creciente tarifa de datos asociada, WhatsApp puso patas arriba la forma en la que nos comunicamos con nuestros allegados. Llegó a nuestras vidas como un auténtico fenómeno cuyo impacto todavía estamos procesando en la sociedad.

Alegría, sorpresa, ansiedad, son los ingredientes que se juntan para volver dependiente a una persona a WhatsApp. En las relaciones sentimentales ocurre lo mismo, muchas personas se vuelven adictas a una relación, en ocasiones la otra persona te devuelve el afecto pero en otras no. Hay días en que parece que está loco por ti y otros en los que ni siquiera se percata de tu presencia. Por eso, muchas relaciones destructivas son tan adictivas, al igual que esta divertida “bolita verde”.

Hace un tiempo atrás me emocionaba escuchar ese peculiar sonidito o sentir vibrar mi celular, porque automáticamente pensaba que algo novedoso y divertido me podrían estar escribiendo. Poco a poco esa sensación positiva se fue quedando en el tacho, ahora me estresa y tortura, muchos me preguntarán ¿por qué? y la respuesta es simple, ¡todo está patas arriba! WhatsApp invadió nuestras vidas y algunas personas prefieren trabajar a través de este medio, otras dejaron de llamar y te envían 30 palabras cada 2 segundos y por si fuera poco, unas tantas más aventadas se les antoja ofrecer sus productos y enviar foto tras foto durante todo el día.

Hoy, por un minuto pensé que los adictos a WhatsApp habían vencido su obsesión, sin embargo unas horas después me di cuenta que los mismos adictos estaban a punto de colapsar, desesperados porque su WhatsApp no funcionaba, corrían de un lado para el otro, maldiciendo la internet. Sin embargo, la razón de todo el alboroto fue una brutal caída mundial de la “bolita verde”. Con razón muchos en el trabajo salieron volando a sus casas y de seguro algunos habrán tomado un calmante para los nervios.

“Te necesito siempre conmigo. Me perteneces. Jamás me alejaré de ti” Tú, anda con cuidado en tu relación con Whatsapp, porque puede ser más peligrosa que una relación tormentosa.

Si vas a la cama, recuerda dar una tocadita más al amor, porque con tanto celular, un poco de carne no cae nada mal.