Algunas matan, otras enamoran, sin duda, suelen decir más de lo que las palabras pueden hacerlo. Siempre tendrá esa esencia de veneno, que mata, pero que encanta. Hasta para morir, el cuerpo se excita, se prepara, se entrega.
El cuerpo añade significado a nuestras palabras. Si quieres algo, no hables; mira y juega con ese poderío, es esa la carta bajo la manga que la debes utilizar en el lugar y momento exacto, la que puede tener diferentes mensajes, pero que siempre logra su objetivo, claro, si sabes cómo hacerlo.
Cada vez ganan más importancia los gestos, las caricias, la sonrisa, incluso el arquear una ceja, en este sentido, los ojos cuentan con mucha ventaja. Seducen, edulcoran y te ponen tierna. Es en este momento que se me viene a la mente el gato con botas de “Shrek” y aparece esa fuerza sobrehumana que hace que no quieras mirar, pero no puedes evitarlo, te derrites y caes rendida; en otros casos el “susodicho” se queda más idiotizado que hipnotizado, tan débil, tan vulnerable. ¡Listo! está en tus manos y con solo tu mirada puedes hacer lo que se te antoje, pero cuidado con lo que se te antoja, podría ser peligroso.
Y siempre aparece él, sí, con esos ojos traviesos y empieza todo de nuevo, juegas a la cuerda del tira y afloja, pero aunque digas que no, tu mirada, esa cruel delatadora, termina por condenarte, dejas de ser tú y le dices: “pasa, acá hay un espacio para ti, cierra la puerta, cobíjate conmigo”.
¡Sorpresa! Dejan abierto el misterio…Una mirada fugaz o de reojo, con la cabeza ligeramente agachada y torcida, puede ser la mirada que deja abierto el misterio, ese callejón sin salida, del que no tratarás de huir.
Te delatan, claro, dicen mucho de ti, desde que la niña afgana fuera fotografiada con doce años, hasta que el autor la volvió a encontrar, con treinta años más, había algo que no había cambiado: sus ojos.
Llevan tu DNI incrustado en las pupilas. Si volvemos a nuestro juego de palabras, lo primero que te aconsejamos es que, si no quieres que la otra persona interprete tus palabras, pues… unas gafas de sol no vendrían nada mal. Es lo único que te salvará.
Siempre he sido fulminante, desnudaba, intimidaba, excitaba, amaba y mataba. Si me pusiera a contar cuántas veces mis miradas jugaron el papel delatador, en donde sonrojarme no funcionaba, me delataban tanto, que sin darme cuenta, dije ¡Sí quiero!, ¡Te deseo! ¡Yo sí fui! ¡Me encantas! ¡Te amo! ¡Estoy triste! ¡Estoy celosa!…. Todas las frases tienen una carga emocional, sobre todo en los celos, ¡Dios! con una mirada pude haber generado un genocidio en el lugar donde las tripas se me encendían.
Algunas veces, una mirada puede penetrarnos hasta el fondo del alma, y otras suele fulminarnos en segundos. No hay una parte del cuerpo que tenga mayor carga emocional que los ojos. Sin duda hay miradas que matan y ponen una carga emocional a nuestras palabras que no podría levantar ni el mismísimo “Hulk”.
Descubre su poder, es magnífico, el contacto visual excita. Mirar fijamente a los ojos de otra persona genera una reacción de excitación, aunque la interpretación de la misma varíe según el contexto.
Cuando algo nos interesa, nuestras pupilas se dilatan, pero, además, esa dilatación nos hace parecer más sexys. Pero, ¡ojo!, pie al engaño. Detener la mirada en algo suele ser signo de interés, amor, cariño o derivados. Por eso “el mentiroso no suele mirar a los ojos”.
“Hay ojos que miran, hay ojos que sueñan”. Hay miradas que encienden y matan, pero, todo depende de cómo lo hagas.