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martes, enero 14, 2025
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Tus caricias me matan

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Aparece y empiezo a agitarme, mis gemidos son más intensos. Sé que va a poseerme, sus brazos recorrerán y tomarán mi cuerpo como prisionera de su amor. Entre silencios quiero gritar, pero él adormece mis sentimientos, revoluciona mis neuronas y acelera mi corazón. Los latidos van disminuyendo y siento que moriré. Las luces se apagan, mi corazón consigue la calma, está intacto, adolorido y moreteado, pero aun latiendo. Cuando se prende la llama, se enciende todo.

“Esa mano que ayer se teñía de sangre, hoy me acaricia. Me siento feliz, no volverá a pasar, él lo prometió. Maquillaré mis heridas, nadie debe darse cuenta, los niños juegan y las vecinas piensan que aun somos el matrimonio perfecto. Él me dio un beso después del desayuno, eso me devolvió la vida, anoche fue mi culpa que se enojará, debo aprender a no cometer errores y comprenderlo”… Este es uno de los guiones memorizados por aquellas mujeres víctimas de la violencia, aquellas que excusan ese vil comportamiento amatorio y mientras ellas se preparan para ser protagonistas de su propia película de terror, otras mujeres son masacradas, descuartizadas, ultrajadas y asesinadas. Un grito en el silencio que retumba en oídos adormecidos por el egoísmo.

Violencia invisible. Ayer escuchaba la indignación de dos hombres, quienes justificaban que la violencia es provocada y uno de ellos dijo: “Anoche mi mujer estaba bien “machita”, estuve a punto de cachetearla, tuvo la desfachatez de empujarme porque llegué borracho, que se habrá creído”. Observaba y decidí no emitir comentarios, porque con personas necias y escasas de entendimiento, es imposible llegar a una conversación saludable. Pero ésta conclusión machista de estos dos sujetos, me transportó hacia un espacio en el que más de una está situada, la justificación del accionar de violencia, el sentimiento de culpa que queda en la víctima y el empoderamiento que obtiene el hombre cuando decide que la violencia será su aliada para que su mujer le tenga respeto y sea sumisa.

La mayoría de los asesinatos de mujeres que se producen en el mundo son cometidos por su pareja. Las cifras siguen incrementándose. El 13 de agosto se realizó la marcha “Ni una menos”, con el objetivo de sensibilizar a la población a no callar frente a actos de violencia, denunciar y promover una cultura de paz en el mundo. Alarmantemente los casos de violencia después de realizada la marcha, se han incrementado.

“Ni con el pétalo de una rosa”, algunos hombres utilizan las espinas de la rosa para destrozar el corazón, el cuerpo y los sueños de muchas mujeres.

El caso de Marielena Chumbimune, asesinada por un joven universitario por negarse a tener relaciones sexuales. Melisa Sifuentes Paredes que fue atacada por su pareja con una escopeta, disparándole más de 30 perdigones, porque ella no quería retomar la relación sentimental, Arlette Contreras quien quedó decepcionada de la justicia luego que condenaron a su ex enamorado a un año de prisión suspendida después de hacerla sufrir múltiples maltratos y humillaciones en un hostal de Ayacucho. Estos casos son solo una muestra de la realidad que afrontan miles de mujeres a diario. En San Martín se vive la misma realidad, algunas heridas y muertes pasan desapercibidas por los escritorios de las autoridades, la justicia se hace lejana y a veces la sangre y la violencia, solo forma parte de un circo que es manejado por el payaso que cree divertir a muchos. Hace unos días se hizo conocido que el Subprefecto de Morales masacró a golpes a su pareja, fue denunciado en la comisaría del sector y en el transcurso de las horas fue la misma víctima quien retiró la denuncia.

¿Ni una menos o una más cada día? ¿La marcha contra la violencia ha encendido la llama la violencia o ha contribuido a que más mujeres denuncien actos de violencia?

Son más casos de violencia registradas desde el 13 de agosto, hay más luces de que este problema mata y destruye, no solo la vida de una persona sino de toda una población. No podemos permitir que la sangre de mujeres se empolve como sus denuncias. Y sobre todo, ya es tiempo de coger la mano del agresor y decir ¡Basta! Ni un dedo más encima.

No es una forma de amar, no son caricias apasionadas las que se sienten cuando te golpean. Los besos de perdón no pueden ser más importantes que la dignidad.

Tú mujer, deja que la balada del amor susurre a tus oídos, siente que la llama del fuego flamee para apasionarte y que las líneas de tu cuerpo sean pinceladas con delicadeza hasta llenarte de placer inimaginable y solo ahí ¡grita! pero de felicidad.

Que tus caricias me maten tocando lo más profundo de mi alma…

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