Uno de los secretos expresados por Antonio Nobre, científico brasilero, acerca de la Amazonía, indicaba que gracias al dosel de los árboles, tenemos una especie de escudos contra los huracanes.
La Amazonía, tan caliente, llena de vapores que suben velozmente a la atmósfera, debería ser un lugar privilegiado par alas grandes tormentas tropicales que afectan a otras latitudes, sin embargo, ello no es así porque los vientos al llegar a la copa de nuestros árboles, reflexionan y se tranquilizan. En el presente, ese dosel maravilloso ha desaparecido de gran parte de los bosques y con ello, los vientos, sin nadie que los pare, llegan a ocasionar cada vez más desarreglos dentro de nuestros paisajes.
Esa es una de las primeras consecuencias de nuestras acciones en la Amazonía. Seguimos como ciegos lanzándonos en contra de los hechos y llegamos a considerar si es que estamos preparados para desastres naturales de este tipo, sin pensar un segundo en las causas y en la responsabilidad de todos, desde autoridades, hasta ciudadanos para procurar frenar tanto daño.
Solo el tiempo sabrá decirnos qué se viene para más adelante, pues no existe tampoco la clara conciencia de lo que sufriremos. Pero, estos avisos son suficientes como para empezar a parar la oreja y determinarnos a transformaciones que hagan de este mundo un lugar en el que todos tengan un espacio para vivir.