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martes, mayo 14, 2024

Un puente entre Dios y los hombres

voces del cristianismo
Bch. Ing. Alexander Sifuentes Rossel
Ps. Iglesia Alianza Cristiana y Misionera en Juanjuí

La analogía es simple. Así como un puente se construye para salvar un gran obstáculo (cruzar un río o un abismo para llegar al “otro lado”); de la misma manera necesitamos “un puente” para unir el gran abismo, ancho y profundo que nos separa a los hombres de Dios.

Durante siglos la humanidad ha intentado construir puentes para llegar a Dios. Hoy se siguen construyendo y a pesar del ánimo de muchos todos los puentes han caído. Se invierten grandes esfuerzos, constancia, tiempo, dinero, fe; pero siendo meras estructuras humanas, no demoran en aparecer grietas, o soltarse los cables y colapsar. La ruina es grande.

Los puentes hechos de estructura religiosa son los preferidos. Se ven bonitos, grandes, parecen funcionar muy bien. Pero la religión por sí sola, no basta para llegar a Dios. La religión es imperfecta, falla aun cuando se tiene las mejores de las intenciones.

Otros, viendo las fallidas estructuras religiosas prefieren construir puentes con sus propias manos. Hacen “buenas obras”, comparten, dan, se esfuerzan por ser buenos. Pero si son sinceros, pronto se dan cuenta que no pueden alcanzar ni siquiera su propio ideal de bondad.

El único “Puente” capaz de unir al hombre con Dios no nace en la orilla humana. Es un puente que se ha construido desde el lado divino. El Dios “invisible e inalcanzable”, se hace visible, toma forma humana, en un hombre presentado como “El Mesías”, “El Cristo”, “El Hijo de Dios”, pero también declarado como “El Hijo del Hombre”; de esta manera, este ser que posee ambas naturalezas puede unir a la humanidad con la divinidad, y restablecer la comunicación y comunión entre Dios y los hombres. Jesús es “El Puente”.

Jesús lo dijo*: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. El apóstol Pablo enseñó: “…sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”.* Pedro lo anunció con absoluta claridad: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

La iglesia católica no puede salvar a nadie. Las iglesias protestantes tampoco. Las iglesias pueden enseñarnos a confiar en Jesucristo, pero no lo sustituyen ni le añaden condiciones. Tampoco hay hombres o mujeres santos que tengan de por sí la capacidad de llevarnos a Dios. Nuestras buenas obras jamás serán suficientes para alcanzar la justicia divina. No hay puentes alternos para llegar a Dios. Sólo hay uno, y se transita en él por medio de la fe.

Así como confiamos en los ingenieros y constructores que diseñaron un puente para transitar por él. De la misma manera deberíamos confiar en Jesús como único y suficiente para llevarnos a Dios. Por su naturaleza divina nació sin inclinación al mal. Jesús cumplió con toda la justicia divina en su naturaleza humana; murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. “Porque por gracia somos salvos, por medio de la fe, y esto no viene de nosotros, sino que es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”.

En el lado de Dios encontramos justicia, amor, paz, perdón, bienaventuranza, esperanza, vida eterna. Del lado de los hombres encontramos enemistad, culpa, injusticia, maldad, dolor y muerte eterna. El puente ya está construido. Le toca a cada quien darle la espalda al mundo, cruzar el puente, e ir al encuentro con Dios.

* Juan 14:6; 2Timoteo 2:5; Hechos 4:12; Efesios 2:8,9
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