La Asamblea General de la ONU en 1993, define la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.”

Este tema se hace cotidiano en todo el mundo y nuestro país no es ajeno, las cifras continúan en aumento y los actos se hacen cada vez más crueles, pero hay una constante que debe preocupar: elmiedo a denunciar.

Ese miedo por dos motivos, por la reacción del agresor y por la poca importancia de la primera institución a donde van las denuncias que es la policía.

El acompañamiento del Estado es casi nula, solo cuando ya los hechos se vuelven mediáticos o cuando tienen un trágico final.

El 25 de noviembre se denomina como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y no debe ser el único día que las cifras deben preocuparnos, pues en nuestro sociedad enferma las estadísticas demuestran la vulnerabilidad de las mujeres en este caso.

Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar-ENDES de 2016 (INEI, 2016) el 32,2% de las mujeres ha sido, al menos una vez, víctima de una forma de violencia física y/o sexual por parte de su cónyuge o pareja, el 64,2% de una forma de violencia psicológica y/o verbal y el 60,5% de ellas manifiesta haber sido o ser el objeto de alguna forma de control o dominación.

El #25N debe hacernos reflexionar, no solo para salir a las calles, sino para estar seguras que ésto debe cambiar.