La tradición de un pueblo pesa. La selva se engalana el día de San Juan. Las aguas de todas las fuentes son bendecidas, como las aguas frescas del río Jordán, con las que el profeta Juan bautizaba a la gente que se convertía, y también bautizó a Jesucristo.
Hace más de dos mil años, Juan Bautista, predicaba en el desierto: “Renuncien a su mal camino, porque el Reino de los Cielos está cerca”. A él se refería el profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: Preparen un camino al Señor; hagan sus senderos rectos” “Venían a verlo de Jerusalén, de toda la Judea y de la región de Jordán. Y además de confesar sus pecados, se hacían bautizar por Juan en el río Jordán” (Mateo, 3:4) “Por entonces vino Jesús de Galilea al Jordán, para encontrar a Juan y para que éste le bautizara. Juan quiso disuadirlo y le dijo: ¿Tú vienes a mí? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti. Jesús le respondió: Deja que hagamos así por ahora. De ese modo cumpliremos todo como debe hacerse.
Entonces Juan aceptó. Una vez bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los Cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo se oyó una voz del Cielo que decía: Este es mi hijo, el Amado; en él me complazco”.
Pasaba el virrey Herodes por entre la multitud muy cerca al río Jordán, Juan al ver la carroza del dignatario le increpa a viva voz: “La ley no te permite tenerla como esposa”. Se refería a Herodías, esposa de su hermano Filipo. “Herodes quería matarlo, pero tenía miedo de la gente que consideraba a Juan como un profeta. Entonces le manda apresar y encadenar por orden de su esposa Herodías. En eso llegó el cumpleaños de Herodes. La hija de Herodías (Salomé) salió a bailar en medio de los invitados y le gustó tanto a Herodes que le prometió bajo juramento darle todo lo que le pidiera. La joven, a instigación de su madre, le respondió: Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista. El rey se sintió molesto, porque se había comprometido bajo juramento en presencia de los invitados; aceptó entregársela, y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, quien a su vez se la llevó a su madre” (Mateo 14).
Después de más de dos milenios al parecer las cosas no han cambiado, porque el pecado sigue vigente como el verdor del cogollo de una planta, que hacemos todos de manera cotidiana, con eso de que sácame la vuelta y si te vas llévame contigo, que hay que salir con la mujer del hermano. Juan invocaba el arrepentimiento y ahora como que su voz sigue retumbante pidiéndonos lo mismo. Fueron los campesinos de todas partes quienes se fueron en grandes masas a pedir el bautismo de Juan. Él bautizaba a los agricultores colocándose en el mismo cauce del río Jordán, renovándose así de manera permanente con las límpidas aguas bendecidas.
Que los pecadores ajustician con vehemencia a los limpios, es una práctica que se sigue dando como si fuera ayer. Herodías ardía de rabia al escuchar que Juan la desenmascara en público que habiendo sido mujer de Filipo ahora esté con su hermano Herodes. Urde su venganza y utiliza a la hija para satisfacerse y recibe en sus manos la bandeja con la cabeza de Juan.
La fiesta de San Juan emula la cabeza de Juan Baustista con la forma redonda del Juane. Se llama Juane precisamente en honor a su nombre. El 24 de junio las aguas son bendecidas como las del río Jordán, todo el mundo selvático almuerza en familia en la orilla de algún río luego de jugar y bañarse. Feliz día de San Juan.