Recorro mi ciudad de tarde en tarde y me doy cuenta que la amo mucho más. Y como final de las travesías vespertinas, cual navegante que llega a buen puerto, recalo en la esquina de las primeras cuadras de Martínez de Compagnon y San Martín para comprar mis diarios y, como siempre, me cruzo con la buena gente de la ciudad. Esta tarde han pasado por esta esquina Miguel Nicolás Angulo Tuesta –con quien siempre es agradable conversar, porque se discuten ideas— y Antonio Pérez Cuzcano –con quien filosofamos sobre el ´Megaproyecto´ del agua potable– y se me han ocurrido cosas.
Soy poco amiguero, confieso; soy poco exultante a veces, también, pero mi mayor satisfacción es escuchar a la gente contando sobre temas históricos, sobre sus sueños de cómo quieren que sea nuestra ciudad, sobre el desarraigo de las autoridades por no entender el tema del desarrollo; sobre los intelectuales de cultura de crucigrama y, más aún, sobre lo que debemos hacer y lo dejamos para cuando recién nos demos cuenta que ya no hay nada qué hacer y tenemos que llamar a los ´expertos´ extranjeros. Aun siendo de esta ciudad, me preocupan los Barrancos moyobambinos: me aterra que en nombre del progreso y de la modernidad vayan a desaparecer perdiendo y pesar que la hacen ser una ciudad única y bella.
La ciudad es lo que es su gente, como las instituciones son lo que son sus trabajadores. Amamos a las instituciones por ese instante de buen trato recibido cuando uno llega a ellas. Ejemplo: nunca me invitaron a ser parte del Proyecto Especial Huallaga Central y Bajo Mayo, pero lo siento mío. Nunca me olvidaré del buen trato y la buena relación con Antonio Pérez Cuzcano, Enrique García Pittman, Luis Rommel Arana Benavides. Pero, además de ellos, de Gloria Quevedo Chávez y Wilson Gatica Arévalo. Estos días, por cuestiones profesionales, me encuentro visitando esa institución y cuando volví a ella dije: “Disculpen, estoy viniendo cada rato por acá”, Wilson Gatica Arévalo me contestó: “Usted puede venir cuantas veces desee y siempre será bien recibido”.
Winston Churchill confesaría que en nuestra vida recibimos elogios que nos duran seis meses, un mes, una semana, un día, pero que hay expresiones cuyos efectos duran toda una vida. Por eso, jamás me olvido de esas expresiones que nos dirigen y que se convierten en una forma efectiva de terapia para los momentos difíciles que nunca dejan de existir. Porque todos, sin excepción, tenemos esos breves momentos cuando pareciera que algo no funciona y pareciera no haber respuestas. Son esos interludios que nos sirven para evaluar nuestras vidas.
Volviendo a nuestra ciudad, me ha llamado la atención que en ninguna de sus descripciones don Antonio Raimondi nos presente información sobre las personas con quienes se relacionó cuando pasó por estas tierras. En mi modesto parecer, esa es una gran falencia de los informes del gran naturalista y explorador. Recordemos que por los años que visitara la Provincia Litoral de Loreto, en Tarapoto estaban establecidos familias como los Morey, los Arévalo, los Fasanando, los Panduro, los Chistama, los Delgado, los Arias, los Reátegui, principalmente, cuyas relaciones serían bastante estrechas y vinculantes desde mediados del siglo XIX hasta la primera mitad del siglo XX. Muchas de estas familias provenían de Iquitos y del Ecuador. Y gracias a archivos que estoy consiguiendo, o que son divulgados a través del Facebook, iremos reconstruyendo nuestra ciudad y recreándola con relación a esa buena gente que ha sido, es y seguirá siendo parte de su historia.
El ministro de Agricultura y Riego (Minagri) de Perú, Juan Manuel Benites Ramos, señaló que la creación de una Marca Perú para el café producido en el país reafirmará la alta calidad del grano en los mercados externos. “Hay que ir pensando en una Marca Perú que nos permita tener un sello de calidad, para que cuando uno vea un café que es de Perú, sepa que es de altísima calidad, y que obviamente se refleje en buenos precios para que mejore la economía de las familias cafetaleras”, afirmó.
Señaló que se debe estandarizar más el tema de la producción, pues hay que trabajar sobre las variedades, y para ello se cuenta con una estación experimental dedicada exclusivamente al café que se produce en el distrito de Pichanaki, provincia de Chanchamayo, región Junín. “Ahí se está haciendo un servicio muy importante en términos de análisis de suelos, lo cual está mejorando el paquete tecnológico de fertilización, que es la parte más importante de la plantación de café, para elevar la producción y la calidad”, dijo el ministro de Agricultura y Riego.
Benites Ramos agregó que se está mejorando mucho en la presentación del café peruano y que, además, se está trabajando en las certificaciones sanitarias, porque hay cafés orgánicos pero también cafés tradicionales, aunque ambos son de importancia, y se están dando los pasos necesarios en ese sentido. El titular del Minagri destacó la estrecha coordinación que se tiene con el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) en la creación de la Marca Perú para el café, lo que permitirá acceder a un mayor número de mercados.
El Ministerio de Agricultura y Riego, a través de la Dirección General de Negocios Agrarios (Digna), ha facilitado la participación de organizaciones cafetaleras en la Feria de Cafés Especiales realizada en Estados Unidos (SCAA), que sirvió de inspiración a los productores cafetaleros, así como a gobiernos locales y regionales del ámbito de las zonas cafetaleras de la selva central, para que se unieran y plasmaran la idea de realizar una Feria Internacional de Cafés Especiales en el país.
Cabe indicar que la I Feria Internacional de Cafés Especiales de la Selva Central 2016 (Ficafé) se llevará a cabo entre el 16 y 19 de junio en la provincia de Satipo, en la región Junín. La importancia económica, social y ambiental del café peruano se manifiesta con la presencia de más de 223,000 familias de pequeños productores que se dedican a su cultivo en 338 distritos rurales, 68 provincias y 17 regiones a nivel nacional, indicó el Minagri.