En los primeros 5 meses como Gobernador de la Región San Martín, el Dr. Víctor Noriega ha recibido críticas de tirios y de troyanos. De los unos, aquellos que perdieron la elección regional, se ha escuchado decir en todos los tonos que “la gestión no avanza”, que “Noriega va a traer las petroleras”, que “la corrupción se ha incrementado”, etc, etc. De los otros, aquellos fujimoristas que no han sido incluidos –por usar una palabrita de moda- en el organigrama de su gestión, se ha escuchado decir a viva voz que Noriega ha “traicionado” al fujimorismo, que no ha cumplido con ellos después del apoyo recibido por la misma Keiko para ganar en segunda vuelta, etc, etc.
Pero, ¿Hasta qué punto estas críticas –de las cuales se hace eco interesadamente cierta prensa radial y televisiva – se corresponden con la realidad de los hechos?. Lo cierto es que Noriega está actuando con el pragmatismo del cual hizo gala el mismo Fujimori cuando gobernó el país por 10 años. No olvidemos que sus aliados de primera hora fueron dejados de lado desde el inicio de su gobierno en 1990 y que actuó más bien en alianza con sectores que habían apoyado a Vargas Llosa; todo en aras de llevar a cabo el objetivo de reformar la economía peruana del populismo que recibía como herencia de gobiernos anteriores, desde Velasco.
Pues bien, en San Martín, Noriega está ejecutando este pragmatismo y si todavía no se ven resultados tangibles es porque resulta realmente difícil en un contexto político como el sanmartinense conformar un buen equipo de gobierno que ejecute el despegue de la región luego de un año de estar en piloto automático con Javier Ocampo. Noriega percibe, como muchos peruanos, que el cambio en San Martín no se debe exclusivamente a Nueva Amazonía, sino a los técnicos y funcionarios que utilizó Villanueva para transformar a San Martín en el modelo de desarrollo que ha sido hasta ahora, sólo que este modelo –el único viable para la región- ha perdido impulso.
Lo que se nota a través de los distintos nombramientos en áreas claves del Gobierno Regional es muy parecido a lo que hizo César Villanueva desde el 2007: no dejarse llevar por partidismos y rodearse de la gente más capacitada que pusiera en marcha el modelo San Martín, que fue indudablemente exitoso. Para esto, Noriega ha tenido necesariamente que llamar a algunos de estos profesionales y técnicos que trabajaron con Villanueva para lograr el cambio en la región; por esto se le ha denostado diciendo malévolamente que hay una “alianza encubierta de Noriega con Nueva Amazonía”. Esta afirmación antojadiza no le hace ningún favor ni a Villanueva ni a Noriega.
Lo que sí es evidente es que el Gobernador Noriega está tratando de retomar el impulso inicial de la transformación de San Martín y para ello es obligado que ponga al servicio de la región a aquellos que ya conocen cómo se ejecutó este modelo y consigan ponerse de acuerdo tanto con el mismo Noriega como con algunos sectores del fujimorismo recalcitrante y sectario para que los inevitables obstáculos que surgirán en el camino de este objetivo sean tratados con objetividad y realismo, lo cual sólo puede darse si Noriega se despercude totalmente de las trabas políticas que obviamente le impiden decir abiertamente que el modelo de desarrollo implementado por la gestión anterior -y que ha sufrido un retroceso- debe continuar.
Y esto es precisamente lo que se denomina “política de Estado” en cualquier lugar del mundo, -salvo, lamentablemente, casi siempre en el Perú- es decir, que si se viene ejecutando una forma de gestión que ha demostrado ser exitosa, al cambiar de gobierno ésta no debe detenerse, y con las inevitables diferencias de matices, deben de continuar si no se quiere ir por un camino desconocido que probablemente lleva al abismo a cualquier administración, regional o nacional, cosa que frecuentemente ha ocurrido en el Perú. Ahora Noriega se enfrenta más que nada a los viejos hábitos políticos que quisieran destruir todo lo conseguido en los 8 años pasados y tomar vías que nadie conoce, salvo aquellos que tienen ambiciones personales muy definidas en el fujimorismo. El actuar en un nivel de estadista regional es lo que determina el pragmatismo de Víctor Noriega,