¿Qué sucede cuando dos personas de diferentes países y culturas se encuentran, y resulta que por manejar diferentes códigos para relacionarse interpersonalmente surge un gran mal entendido y hasta un sentimiento por parte de alguno de ellos de ser objeto de abuso?
Aquí en la Amazonía llegan muchas personas de diferentes países cada año. Algunos conocen la cultura que los acoge, otros, no tienen idea de donde aterrizan (culturalmente hablando).
He recibido los comentarios de desagrado de mujeres extranjeras sobre “los intentos de coqueteo” de algunos señores motocarristas y hasta guías de turismo, a los que ellas están completamente desacostumbradas. Algunas señalan estos comportamientos como acoso sexual, y claro, es lo que formalmente es, pero no se atreven a responder asertivamente; otras, al desconocer el sentido de esa comunicación inapropiada, interpretándola como una muestra de amabilidad, sonríen y sin saberlo pueden estar motivando en el otro la continuación de esa conducta irrespetuosa.
También es cierto que el hecho de que las mujeres locales estemos acostumbradas a oír esos “piropos”, muchas veces subidos de tono, nos hace percibir esto como algo que forma parte de la costumbre, y lo dejamos pasar, renegando entre dientes o simplemente respondiendo con un insulto que cierra la boca al desatinado personaje.
He vivido en Europa, conozco también la manera de relacionarse y muchos de los elementos culturales del quehacer social de Tarapoto, y me mantengo al margen de juzgar uno u otro comportamiento. Simplemente quise reflexionar y analizar más profundamente este tipo de hechos para evitar apresurarme a criticar ya sea al “machista abusador” o “a la inocente gringuita”.
Hay algunas actitudes y costumbres, quizás con consecuencias psicológicas menos graves, pero dignas de reflexión. He observado por ejemplo, que muchos extranjeros no conocen bien “el regateo” y es una de las razones por las que algunos vendedores les cobran precios injustos y muy elevados en sus compras. En Francia, por ejemplo, regatear es una cosa fuera de las normas y costumbres, si tienes el atrevimiento de preguntar algo así como “¿y a cuánto me lo deja?, eres merecedor de una mala cara y menosprecio por parte de cualquier vendedor. Sin embargo, en Túnez, África del norte, es una obligación regatear, el entrar en ciertas tiendas implica sentarte cómodamente, tomar un refresco e invertir una hora de tu tiempo regateando el precio de lo que quieres comprar, sino, eres mal visto por el propietario.
El exceso en la manifestación de cariño es otra forma de desfase que he podido observar. Generalmente, hay expresiones de cordialidad y afecto que siguen ciertos patrones según la persona a la que nos dirigimos. No saludamos ni conversamos de la misma manera con nuestros parientes, los vecinos, con el vendedor de gas, con la cajera del supermercado o con el vigilante del banco. Algunos extranjeros suelen ser excesivamente cariñosos y agradecidos con todas las personas y esto puede generar incomodidad y hasta malos entendidos en los que reciben ese descomunal afecto. Simplemente no es la costumbre en el lugar.
Sería bueno observar bien cómo se relacionan las personas entre sexos opuestos, según las diferentes edades, los diferentes niveles sociales o económicos cuando llegamos a otra cultura. Si bien sería ideal que todos nos tratemos con amor, que nos abracemos y expresemos cariño y respeto con las mismas expresiones, es más realista observar cómo “se hace” en el lugar al que llegamos, para no estar tan desfasados, para medir hasta qué punto es conveniente dar rienda suelta a nuestros propios códigos sociales y culturales. Igualmente a los que recibimos a extranjeros, tener en cuenta que las personas que acogemos muchas veces se encuentran en territorio desconocido y necesitan sentir que hay un respeto hacia su persona, más allá de cómo luzcan y de dónde vengan.
Desde que nacemos aprendemos esos códigos de interrelación. Los llevamos casi impresos en nosotros y son inconscientes, aplicamos lo que aprendimos (lenguaje, gestos, actitudes determinados hacía los diferentes tipos de personas) sin percatarnos muchas veces de que cuando cambia la cultura, estos ya no funcionan o necesitan un reajuste para no faltar el respeto o ser demasiado cercanos hasta el punto de intimidar a las otras personas.
Costumbres diferentes las llamamos; a observarse y a observar, por el bien social.
*Licenciada de la Universidad de Lima y Master en psicología clínica y psicopatología de la Universidad Pierre Méndes France, Francia.
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